domingo, 9 de agosto de 2009

Los genios detrás de las fotos de la cebollita

Hace rato me había propuesto dar los créditos a los excelentes fotos que utilicé para ilustrar las Cebollitas. Fueron 20 excelente fotografías todas tomadas de Flickr, y solo utilicé las que sus autores habían dado permiso para usar y modificar, con con licencias de Creative Commons.
En agradecimiento a ellos, hoy quiero reconocer el trabajo de estos fotógrafos invitándolos a todos ustedes a visitar sus perfiles de fotos.
A ellos, parte importante de este grandioso experimento, mi más sincero agradecimiento.
Sigan iluminando el mundo con su talento.

Día 1, Rimblas


Día 2, Rageforts


Día 3, DavidDMuir

Día 4, Vivido


Día 5, Darwin Bell


Día 6, 427



Día 7,
NotMarkAgain



Día 8, AdobeMac
Día 9, VisualPanic Día 10, J.C. Rojas
Día 11, Old Sarge

Día 12, Thenss
Día 13, iLoveButter

Día 14, Muffet

Día 17, Darwin Bell

Día 18, Psyberartist


Día 19, Sarahxic

Día 20, VisualPanic

jueves, 6 de agosto de 2009

Diario de una cebollita: Día 20


Diario de una cebollita

Día 20

Corazón

Por Dionisio Guerra



Estoy roja. La vergüenza ha pintado todo mi cuerpo con su color favorito. Esta mañana me levanté siendo la mujer de siempre pero ahora la termino siendo yo, pero diferente. Creo que finalmente me he convertido en una mujer real que tal vez seguirá llorando todas las noches, pero que ha entendido que pase lo que pase la vida tiene un bonito final para mí.
Llegó la hora en que yo dejaré de preocuparme y tratar de ser más feliz.
Desde que me levanté en la mañana, lo hice en la actitud de la más grande perdedora del mundo. Tenía la cara hinchada de llorar. Después de bañarme me hice una cola de caballo en el pelo, agarré mi ropa sucia y me puse a lavar. Barrí mi cuarto, acomodé las cosas que estaban mal puestas, limpié la cocina y ya para el mediodía estaba nuevamente sentada en la cama, tratando de imaginar diecisiete formas de matarme.
De repente algo comenzó a facilitarme el trabajo. Un punzante dolor en el pecho me fue reduciendo a una frágil y desahuciada niña a punto de morir. El dolor era en medio de mis senos justo sobre el corazón, al menos eso decía yo, y después de media hora ya estaba yo revolcándome sobre la cama controlada totalmente por lo que me acaecía.
Afortunadamente en medio del dolor, sin tener yo fuerzas para llamarla, mi mamá entró a mi cuarto y me encontró en ese deplorable estado. A lo lejos le escuché decirle a mi papá: “Viejo vístete, tenemos que llevar a la niña al hospital, está muy grave”.
Según yo, Fabián había roto mi corazón, literalmente. Yo sería ahora otra niña de Guatemala “esa que se murió de amor”. En mi familia hay un historial de hipertensos y problemas cardiacos que hicieron que mis papás también pensaran que lo peor.
En el camino le dije a mi papá que no me llevara a urgencias del Seguro, que se acordara que del trabajo teníamos atención en uno de los mejores hospitales privados. Después de eso no recuerdo nada del trayecto, tal vez por la debilidad perdí el sentido.
Solo recuerdo cuando llegamos al hospital que unos paramédicos me levantaron y me pusieron en una camilla. Yo totalmente doblada por mi dolor me sentía como una sentenciada a muerte.
Y sucedió que mientras iba entrando en la camilla, desde una silla de rueda, alguien toco mi mano y me llamó por mi nombre. Giré mi cabeza despacio, mientras mi mente intentaba decodificar esa voz. Era Fabián.
Por un momento creo que el dolor desapareció. Fabián sí que estaba para una urgencia. Su cara estaba toda moreteada y golpeada. Tenía sutura sobre la ceja y una pierna enyesada. Creo que era su mamá la que empujaba la silla y al lado estaba quien creo era su papá y un medico.
Casi se levanta de la silla al verme. Tal vez lo hubiese hecho si su mamá no se lo impide. Le expliqué lo que tenía, se volteó y le dijo a su mamá que no podían irse, ella le insistió que por su estado debían regresar a casa y eso, pero él le dijo “Yo me quedo”.
Me dijo que no me preocupara que su hermano es médico y que él se quedaría conmigo para que no me pasara nada malo.
La camilla entró me pasaron a una cama. El doctor que me atendió, en realidad más guapo que Fabián, me dijo que era su hermano. Me preguntó que me sentía y me dijo que me iba a hacer unos exámenes. Mientras me inyectaría algo para el dolor, pero que no me preocupara que estaba en el lugar indicado para que nada peor pasara.
Me sentí aliviada. Me dejaron en una camilla con venoclisis. Al rato entró Fabián, y me contó de lo suyo. Justo saliendo de la oficina un diablo rojo le pegó detrás y su carro patinó, se fue a una cuneta y dio tres vueltas. Afortunadamente solo tiene una pierna rota y algunos raspones en su cara.
-Solo pensaba en ti, pero no sabía cómo llamarte. No sé donde quedó mi teléfono-me dijo tiernamente mientras me acariciaba la mano.
Estuvimos conversando por alrededor de una hora, hasta que llegaron los resultados de los exámenes. Su hermano primero lo llamó aparte. Yo escuché una carcajada, no sé de cuál de los dos fue. Después vino Fabián donde mi.
-Dice mi hermano que tranquila, que no te vas a morir, que lo que tienes es solo un problema de gases, que debes alimentarte mejor- después de eso soltó una risa tan especial, que me dije a mi misma que quería escucharla el resto de mi vida.
Cuando salimos sus papás y los míos estaban esperando. Él me jaló hasta donde los suyos y me presentó como “esta es la muchacha de la que les he hablado, la que me tiene loco”. Yo miré a mis papás y estaban tan maravillados como él.
Cuando salimos del hospital él me pidió un minuto.
-Me dio mucho miedo la idea de perderte-me dijo
-Verte así también me asustó mucho-le contesté mientras le acariciaba las heridas de la cara
-Eres muy especial, concédeme el placer de estar contigo por el resto de mi vida
Yo me quede pasmada, en realidad no había entendido sus palabras. ¿Me habría querido preguntar si quería ser su novia o me estaba pidiendo matrimonio? Su carita esperaba una respuesta. Yo no sabía que tenía que responderle. Entonces me apresuré a responder mis propias preguntas.
-Si quiero ser tu novia y también quiero estar contigo toda la vida.
Después de eso nos despedimos con un doloroso beso en la boca. Nuestros papás se encargaron de llevarnos a nuestras casas, como cuando éramos niños. No podremos vernos en unos días, pero ya hemos hablado unas catorce veces por teléfono.
Por primera vez me siento totalmente feliz en mi vida. Creo que llegó la hora de cerrar este diario por un tiempo, y dedicarme a vivir la vida, como venga, y aprender que las lagrimas siempre nos ayudan a descubrirnos.
FIN

martes, 4 de agosto de 2009

¿El ataque de los clones?

Misteriosamente el 2 y 3 de agosto, distintos “Dionisios Guerra” se han dado a la tarea de aparecer en los medios de comunicación. Lo más extraño de todo es que solo los he visto en el Panamá América. Los dos son diferentes y tienen cargos públicos.
A ellos solo les digo, que más les vale se porten bien, estaré vigilando de que dejen mi nombre en alto.








lunes, 3 de agosto de 2009

Diario de una cebollita: Día 19


Diario de una cebollita

Día 19

¿Qué quieren los hombres?

Por Dionisio Guerra

Tengo una pregunta directa para Dios ¿Por qué yo? No me puedo pasar la vida en esta intermitencia de emociones, que un día va a terminar por matarme. ¿Qué significa tanto sufrimiento en mi vida?
Que me digan loca, pero yo no tengo la culpa. Al principio puede que sí, que me porté como una idiota, pero ahora no entiendo lo que está pasando. Yo no hice nada. Lo único que hice fue portarme bien.
No puedo evitar no llorar mientras escribo esto. Me he pasado la vida de lágrima en lágrima, con dos o tres altas y millones de bajas, y todavía es difícil encontrar la felicidad. ¿Qué tengo que hacer para ser feliz? ¿Qué?
A las siete en punto llegó Fabián a buscarme y yo todavía estaba maquillándome. Le dije a mamá que le avisara que en diez minutos estaba lista. Los vi conversar todo el rato mientras yo me terminaba de arreglar. Sé que mi madre iba a aprovechar para sacar información, pero eso no me preocupa. Por primera vez quería que ella preguntara, porque no iba a encontrar nada malo.
Me puse mis jeans favoritos, esos que me hacen ver las nalgas arriba y la cintura pequeña, una blusa con un escote llamativo y un saco para darle algo de formalidad. Había pasado ya una hora domando mi cabello y me veía espectacular.
Cuando salí, mi mami estaba con una sonrisa de oreja a oreja y el riendo como un niño. Casi se me salen las lágrimas, hace mucho que deseaba presenciar una escena como esa. Era mi sueño haciéndose realidad.
Nos despedimos de mamá, nos montamos al carro y nos fuimos. En el camino el no hacía más que hablarme del maravilloso día que tuvimos ayer.
-Mi abuela me preguntó si nos vamos a casar- comentó con un tono bastante pícaro. –pero yo le dije que no dependía de mi.
Cuando dijo eso mi corazón palpitaba a mil. Pero no dije ninguna palabra. Me sentía como una adolecente.
Me agarró la mano y se la deslizó en la mejilla. Le dio un beso. Me miró y me dijo: “tu eres muy especial para mí”.
Yo seguía muda. Para cuando llegamos a la oficina prácticamente iba en una nube. El señor perfecto de verdad que me tenía enamorada.
Nos pasamos la mañana enviándonos emails románticos, que poco a poco fueron tornándose picantes. A eso de las once de la mañana me mando “—Si estuvieras aquí, ya estaríamos…--“. No resistí, sentí que eso era una invitación, así que me paré y me fui a su oficina. Cerré la puerta, le extendí la mano y lo paré de su silla. Cuando estuvo frente a mí, lo rodeé con mis brazos me acerqué a su oreja y le susurré “me tienes loca”. Entonces nos envolvimos en un apasionado beso, que revivió todas mis esperanzas.
Hubiésemos estado por horas besándonos, si no es porque mi propio jefe entró repentinamente y nos encontró en el acto. El pobre quiso ignorar lo que había visto comentando “qué bueno que los encuentro juntos, quería felicitarlos por el contrato con los taiwaneses, prácticamente es como lo queríamos, felicidades”.
Yo aproveché para escabullirme y volver a mi puesto, con una gran sonrisa en mi mente. Estaba realmente feliz por lo que había pasado.
A eso de las tres de la tarde, vino Fabián y me dijo que se tenía que ir a una reunión con un banco, pero que quería que fuéramos a cenar en la noche. Por supuesto que le dije que sí. Quedó de pasar a las siete por mi casa.
Eran las seis y media y ya yo estaba lista. Me puse un vestido blanco, tipo coctel, que solo había usado en el año nuevo. Creo que me arreglé demasiado, porque hasta mi papá me preguntó que quién se casaba.
Esperé hasta las ocho y como no había llegado lo llamé a su celular. La primera vez me salió el buzón de voz, así que pensé que era un error. La segunda y la tercera vez me confirmaron que en realidad estaba apagado.
Debí llamar otras noventa y siete veces y nada. Falta un cuarto para las doce y todavía no me ha llamado. Voy a apagar mi celular. No quiero saber nada. Lo único que quiero es llorar hasta quitarme la rabia que tengo encima. :’(