Volví. Pasaron muchas cosas en las últimas semanas, pero me vi imposibilitado a poder escribir en el blog, pero no, no fue por ninguna de las cosas que se imaginan. El asunto es un poco más sencillo, pero complicado también.
Trataré de hacer un
resumen. Cuando llegué a Cuba comencé a notar que el cable alimentador de la
computadora estaba dejando de funcionar a ratos. Mi batería hace un tiempo está
afectada así que prácticamente debo tener la computadora siempre conectada.
No le di tanta
importancia al tema. Culpé a la humedad, al frío y a esas cosas. Total, cada
vez que sacaba el cargador del enchufe y volvía a conectarlo servía sin
problemas.
Hace unas semanas el
cable decidió no volver a cargar. Probé con un compañero que usa la misma marca
que yo y cargó bien. Era el cable.
Con mis compañeros me
enteré que venía un panameño a un taller ese fin de semana. Era mi esperanza.
Le pedí a Alma, que me consiguiera uno genérico y aunque fue un lío, porque
hubo que ser muy específicos con el modelo, el voltaje y el amperaje, pudo
mandármelo. El cable llegó el domingo. Crucé los dedos porque sirviera, lo
conecté encendió una lucecita, pero no cargó.
Intenté encontrar
lugares para comprarlo en Cuba, pero fue infructuoso. Ni los locales tenían, ni
lo pude conseguir de segunda mano en el sitio favorito de los cubanos para
vender y comprar cosas: revolico.
Los técnicos revisaron
el cable y todo parecía funcionar bien. Al parecer el problema es que debía ser
original o nada.
Estuve muy frustrado.
No estaba en el mejor lugar en el mundo para pasar por esta experiencia. En
otro momento lo hubiese resuelto en una tarde. Además, mis clases en guion
requieren que escriba todos los días. Tuve que escribir en papel y pedir
prestadas computadoras para pasarlo a digital.
No es fácil para mí
pedir favores, menos cosas tan personales como las computadoras. Me sentí muy
atado de manos y un poco decaído. Pasé casi dos semanas así, sin computadora ni
ánimos.
Pero siempre hay
solución para todo. Una chica cubana a la que conocí hace semanas atrás viajó a
Panamá y se devolvía en unos días. Me propuse encontrar una solución en Panamá
antes de su regreso. Recordé que mi hermana tenía una computadora en casa, que
no usaba porque había sufrido algún desperfecto con el sistema operativo.
Nuevamente apareció Alma al rescate y en conjunto con mi amigo Abdiel,
repararon, alistaron y me enviaron la computadora con a través de esta chica.
Con la computadora me
mandaron un cable de la marca de la computadora.
El sábado fui a la
Habana a buscarlo y el domingo la probé y todo sirvió, la computadora y el
cable. Así que ahora escribo en mi computadora y tengo otra de repuesto “por si
las moscas”.
Estoy feliz.
También me hace feliz
poder volver a escribir en el blog. Pasaron muchas cosas desde entonces. Espero
poder acordarme de todo.
Fui a la Feria
Internacional del libro de la Habana. Tenía muchas expectativas por la feria.
Es inmensa. Se realiza en un recinto antiguo, la fortaleza conocida como “La
Cabaña”, desde donde sucede el famoso cañonazo de la Habana, del cual
hablaremos en otro momento.
Quedé totalmente
intimidado cuando llegué había mucha, mucha, mucha gente. Casi no se podía
caminar. Para ver los libros había que entrar a distintos cuartos y siento que
no abarqué todos los que quise. Al final no sé si me perdí, desorienté o
abrumé, pero sólo compré dos libros y me regresé.
Prometí regresar, pero tal
vez fue mucho para poder manejarlo.
A la salida las filas
para tomar el transporte eran interminables.
Ese fin de semana
visité un lugar llamado Expocuba, es un recinto ferial donde hay salas de
exposición, juegos mecánicos y hasta un pequeño lago para navegar en bote.
Queda alejado de la Habana, pero es divertido. También hubo mucha gente.
Regresando a la
escuela me enteré de la presencia esa semana de Ian McKellen. Sí, Magneto. O
Gandalf para algunos, pero sobretodo Magneto.
La visita era
discreta, aun así se pegaron cartelones por todas las paredes. Yo bajé a la
hora que debía llegar y lo encontré acariciando un perro de esos de la escuela.
Me impactó verlo caminar como si nada.
Me acerqué con unos
compañeros y le hablamos. Nos preguntó que estudiábamos y de dónde éramos. Fue
muy amable. Nos tomamos fotos con él. Es muy relajado, pero sobre todo amable.
En esa misma semana hicimos
la primera comida panameña. Nada más y nada menos que arroz con guandú, pollo
guisado y pataconcitos. Fue la comida más rica que he probado desde que llegué.
¿Por qué será que uno se pone tan cursi cuando está fuera del país?
En la Habana visité el
museo de Arte Colonial y un ratito el museo de Arte Cubano, pero sólo unos
minutos porque estaba por cerrar.
Finalmente logré ir al
Planetario, después de tres intentos fallidos (dos de los cuales estuvo en
fumigación). La experiencia fue muy bonita y yo me pregunto, ¿por qué no
tenemos uno así en Panamá?
También fui a la
cámara oscura. Un invento que con espejos que refleja en vivo, sobre un plato
gigante, las cosas que pasan fuera e utiliza el mismo principio de iluminación que utilizan
las cámaras fotográficas (de esas de antes).
Creo que eso en
resumen de lo que hice. Por otra parte, además de la computadora y el cable
recibí bonitas muestras de cariño totalmente inesperadas.
Hace unas semanas,
Eberhard me preguntó qué necesitaba en Cuba, si jabón, pasta de dientes o papel
higiénico, yo le dije en broma y en serio que Mantequilla de Maní y me trajo
dos frascos. Dos lindos frascos de mantequilla de maní. Wow. Gracias.
Como si fuera poco
recibí un mensaje de Kathy y Denise que me decían que me habían mandado una
encomienda con un compadre que vino a la Habana. También fui a buscarla y
resulta que me mandaron Atún, frutos secos y Mantequilla de Maní. Exactamente las
cosas que necesitaba.
Sí, soy fan de la
mantequilla de maní. Una de esas cosas que mantienen con vida a los solteros
que viven solos y no saben cocinar.
Estoy feliz. Estar
lejos, con pocas cosas a la mano y que tus amigos sigan pendientes de lo que
necesitas o cómo ayudarte es muy bonito.
Y tengo mantequilla de
maní.
Gracias :´)