miércoles, 31 de agosto de 2011

Guía del soltero feliz.Regla 4: Duda de cualquiera que te etiquete



A Yami le dije que ese día mientras hacía fila me agarró una diarrea. Por supuesto que toda la oficina se enteró y todo momento se volvió propicio para recordármelo. Sinceramente, prefiero eso a que se enteren de mi verdadera razón para salir huyendo como un niño.
Lo peor de todo fue lo que me comentó Yami unos días después mientras le daba el bote. “…No te dije, mi novio cree que eres gay…”, me dijo revolcándose de risa mientras estábamos en el tranque, como si fuera la gran gracia.
No quise preguntarle más. Yo le pago el cine, el habla mal de mí. Estoy en el mundo correcto. Creo que me hubiera afectado más si no sería la primera vez que alguien me lo dice. La vida de un hombre adulto soltero, está arrinconada de comentarios de ese tipo. Lo inquietante es que tres cuartas partes de esos comentarios provienen de otros hombres.
Dejé pasar esa observación como los otras veces. Que un tipo como ese, que tiene una novia que ni siquiera puede llevar al cine, haga comentarios de ese estilo de alguien como yo, me tiene sin cuidado. Así que seguí concentrándome en avanzar en mi objetivo: encontrar una novia.
Le tiré a varias en la oficina, pero ninguna caía. Hasta la practicante tenía novio. Sin embargo, por esas cosas del destino, Yami me escuchó hablando con mi abuela sobre lo bien que iba con mi “novia” y se encargó de regarlo por toda la oficina. 
Fue entonces cuando pasé de ser Adrián, el de sistemas, a “Ad”, “Adri” y hasta “gordo”. Un extraño entusiasmo por mí y por mi novia en todos lados. Que cuándo la conocían, que cómo era, que qué hacía, si era flaca, bajita, trigeña, que si caminaba por la izquierda o por la derecha, que si cocinaba rico, y hasta un “pero ahora que tienes novia, te estás empeluchando, estás como más agarradito”. De repente era un espécimen atractivo para el porcentaje femenino de la oficina.
Por eso, cuando llegó la invitación al cumpleaños del jefe, supe que no debía faltar por ningún motivo. Probablemente sea allí donde encuentre a la chica que ando buscando. Es una fiesta con piscina, así que además podré hacer mi propia competencia en traje de baño.
Durante la semana varias de mis compañeras me preguntaron si iría a la fiesta. Cuando les decía que aún no sabía, me decían que “ay, que cómo alguien como yo no va estar, que nunca es lo mismo sin mí”, que “si voy a llevar a la novia”, que como es una fiesta de la oficina ellas no iban a llevar a sus novios/esposos/quitafrios, que la idea era divertirse con la gente de allí y toda clase de otros argumentos, que terminaron por convencerme que en esa fiesta algo iba a pasar.
Desde que nos avisaron de la fiesta comencé a hacer abdominales todos los días. No es que las necesite mucho, pero quería impresionar.
Todo listo. Mi short rojo de seguro llamará la atención. Es estilo los noventa, tipo “Baywatch”, ni muy largo ni muy corto. Como a las chicas les gusta.
La invitación decía a las dos y a la una y cuarenta estaba yo instalado en el área social del edificio donde vivía el jefe. Fui el primero en llegar, ni siquiera el cumpleañero había bajado. Para la hora que debía comenzar sólo estábamos el jefe, su familia, y yo.
-Y por qué no trajo a la novia- me dice con cara de yo-lo-sé-todo mi querido jefe. Yo no podía articular palabra.
-Se quedó estudiando. El lunes tiene un examen muy difícil- fue la tontería más oportuna que se me ocurrió decir.
-Ah, pero es que todavía está en la universidad. Es una pelaita- dijo mí ahora muy interesado jefe.
-No, ya acabó hace rato. Está cogiendo una maestría-dije pensando que ya lo había arreglado todo. Pero él no se rendía:
-Maestría en qué?-seguía preguntando como tratando de que yo le confesara todo. Estaba a punto.
-En algo de administración- dije yo luego de segundos eternos de reflexión, agregando inmediatamente –Se ve bien la piscina, ya nos podemos meter ¿verdad? Voy a cambiarme- le contesté sin esperar respuesta, yendo directo a los baños a cambiarme.
Me metí a la piscina solo. Para cuando comenzó a llegar la gente ya tenía la piel hecha una pasa. Fueron todos, incluso Yami y Yorch, de los que procuré mantenerme alejado.
El short parecía funcionar. Tenía a la mitad de la oficina a mis pies, literalmente. Recibí todo tipo de halagos, principalmente por mis piernas, de las que decían nunca se imaginaron que las tuviera en tan buen estado.
Parecía que ya tenía a Gaby de relaciones públicas en la mano. Debía tener 23 años, muy flaquita, pero muy linda. Tiene las manos exactamente como me gustan, delgadas y suaves. La sentí varias veces acariciándome la rodilla y eso era una señal muy clara de que algo iba a suceder entre nosotros.
A las siete de la noche, cuando el sol se había ocultado, estábamos todos borrachos pero seguíamos en el agua. Yo había jugueteado con varias durante la tarde, pero estaba seguro que las tenía todas de ganar con Gaby. Así eran las cosas, hasta que sucedió aquel “incidente”.
Eran las siete y media. Lo recuerdo muy bien, a pesar del alcohol, porque alguien grito que si llegábamos a las ocho de la noche no tendríamos trabajo el lunes, y que en ese momento faltaba media hora.
Yo había inventado el juego de sumergirme bajo el agua por más tiempo cada vez, lo que en realidad era una excusa para verle los pechos a Gaby. Ya iba por sesenta segundo aguantado cuando sentí aquella “agarrada”. Mientras estaba bajo el agua, alguien me apretó fuerte las…partes nobles, lo que me hizo salir disparado hacia la superficie. Cuando me volteé a ver cuál de las chicas había fraguado aquella atrevida hazaña, me encuentro con la ahora amigable cara de Yorch.
-Cómo va todo, hermano. ¿Cómo sigue la barriguita?-dijo con su cara sonriente cómo si no hubiese pasado nada. No me atreví a preguntarle nada, y lo único que hice fue devolverle la sonrisita. Salí enseguida de la piscina hacia el baño. La borrachera se me quitó en ese momento. Este era el tipo que estaba cuestionando mi sexualidad con la novia y ahora se sale con semejante “maniobra”.
Mientras estaba en el baño se aparece el susodicho. Cierra la puerta del baño con seguro. Ya no me queda duda, no fue un accidente. Pero la cosa toma un giro que no me esperaba, con los ojos a punta de lágrimas me pide que por favor no le diga nada la novia. <Si quieres me arrodillo>, me dice. Yo le digo que no es necesario.
De regreso a la piscina Gaby me lanza una mirada tentadora. De un chapuzón caigo a su lado. Ella me recibe entrelazando sus manos en mi cuello. No sé si el resto nos ve, pero aquí va a pasar algo. Mientras doy la vuelta, veo que Yami recibe a Yorch de la misma forma. Definitivamente esta no va a ser la misma historia.

Continuará...

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