lunes, 26 de febrero de 2007

40 días después

Esta es la columna con este mismo nombre que publico en el periodico.

En rememoración del pasado miercoles. Allí les va


Blogueando
Cuarenta días después

Dionisio Guerra

Capital Financiero

Horas después de haberse revolcado en los culecos en algún pueblo de Azuero, un sujeto se paseaba orgulloso en el supermercado con una señal negra e indefinida en su frente en forma de cruz. A los que no tenían la señal los miraba sobre su hombro y esos eran la mayoría. En realidad él y su acompañante, eran los únicos que portaban el hoy tan singular símbolo cristiano en el lugar.
Es de cristianos, de católicos, apostólicos, romanos, ir de obligación a la misa que da inicio al periodo más importante de la Iglesia Católica, que rememora los últimos días de vida de Jesucristo, recordado como el hijo que Dios sacrificó para salvarnos del pecado. Y es obligación hacerse de la cruz de cenizas, ayunar y no comer carne los viernes que dure este periodo.
Pero más allá de eso, de algunos curas más acertados he escuchado que más que tiempo para privarse de carne y exhibir una cruz en la frente, éste es tiempo para evaluarse internamente sobre nuestra actitud hacía el prójimo.
Es claro que tras de la simbología de la Semana Santa hay un mensaje de amor, que muchos olvidan y prefieren hacer sacrificios, algo inútiles para este tiempo, en donde hay más gente que muere de hambre que cristianos convertidos.
¿No es mejor dar un plato de comida a alguien que privarse de comida con un ayuno?¿No pesa más la ayuda para una familia con necesidades que comprar decenas de velas para seguir la procesión?
Es muy probable que hacer sacrificios es un argumento factible para algunos, pero en estos tiempos de necesidades, es mejor que la reflexión sea hacia cómo mejorar la vida de la gente a nuestro alrededor, no en simplemente decir que se es cristiano, que se va a la misa y que con eso se cumple.
Si no está pensando así le notifico algo: usted no es cristiano, así que ahórrenos el trabajo de verle hacer el ridículo con esa cruz en la frente en la calle, nos avergüenza escucharle hablar del prójimo cuando ni lo conoce, decir que conoce de sacrificios cuando lo más grande que ha hecho es comer mariscos cada viernes de cuaresma en los últimos treinta años y lo más cerca que ha estado de una buena acción es cuando las ha leído en la Biblia.

Publicado en la edición #330 de Capital Financiero