martes, 5 de agosto de 2008

1492/ Las cosas que nunca dije

Me he caracterizado por ser sincero. Mucho, de sobra, en demasía, de más. Eso no siempre es bueno, no para mí, claro, para mí siempre está bien, porque aunque mucha gente dice que lo agradece, me consta que no es cierto. Nadie quiere que le sean sincero cuando vas a criticarle o estar en contra.
He sido sincero por ejemplo en la Universidad y me gané el odio de mucha gente. En mi casa lo he sido otras tantas veces y aunque no lo soporten, no pueden escoger largarme de su vida. Con mis amigos, lo soy un poco más. Con unos en mayor grado que otros.
Pero resulta que haciendo el recuento me doy cuenta que no he sido tan sincero como hubiera querido, sino que he sido sincero en ocasiones donde no me importa herir susceptibilidades. Me quedo pensando que hay cosas muy fáciles de decir: "no me gustas", "así no va a funcionar", "no te soporto", "Eres mucho para él", "hoy no”, “te detesto (sí, a ti te detesto)", "bruta", “me siento solo”, "me avergüenzas", "en serio, me gustas mucho y quisiera que esto fuera más formal" o "me alegro de tu elección", “necesito ayuda”, “no”, “escúchame”.
Las cosas que no llego a decir a veces me pesan, porque están allí siempre queriendo salir a flote. En cada oportunidad un nuevo intento, y aunque lo más probable es que en algún momento lleguen a salir, muchas permanecen años revoloteando en mi lengua esperando que yo las libere. No me cuesta que salgan porque como dije muchas de esas frases son una carga, solo que toman tiempo en madurar y salir.