El diablo andaba suelto
Dionisio Guerra Núñez
Capital Financiero
Me dijeron que el viernes andaba suelto. Se me ocurrió buscarle y preguntarle por su vida. Él, vestido muy elegante y pulcramente, esperaba sentado fuera de un bar, con los cachos y las pezuñas relucientes, un poco molesto por la prohibición de no vender licor en ese día.
Accedió hablar conmigo si le conseguía algo de licor, así que por un par de dólares por debajo de la mesa, nos dejaron entrar al bar, con la condición de ser muy discretos.
Se sentó, me miró a los ojos y se sorprendió de que un alma como la mía hubiese estado interesada en él. Tres rondas de Ron lo pusieron converson, y se desbocó contándome la historia del mundo. Nada nuevo, pero por cortesía no quise interrumpirlo.
No me dejaba hablar. Cada vez que yo intentaba persuadirlo para dispararle una de mis preguntas, se alteraba, le salía fuego por la boca y sudaba azufre. Me reclamaba que nosotros le achacábamos la culpa que todas las cosas y que él es solo una víctima inocente de las malas acciones de los habitantes de la tierra.
-Yo tenía entendido que era así, que usted estaba detrás de todo - fue lo único que pude decirle.
-¿Cómo crees tú que se puede mantener ardiendo todo un mundo con fuego? ¿Sabes cuanto cuestan las torturas? ¿Tienes idea de la sobrepoblación que tenemos allá abajo?-me respondió mientras el trago que tenía en la mano comenzaba a hervir.
No se me ocurrió más nada que negar con la cabeza.
-Pues entérate, chiquillo, que es mucho. La gente dice que me la paso maquinando para que ellos hagan cosas malas, que roben, que maten, que violen. Antes, cuando no había mucha gente, yo podía salirme y andar corrompiendo gente, dándole la manzana a Eva, poniéndole pruebas a Jesús, pero ahora que va.
Cuando terminó esa frase, el reloj de el bar dio las doce de la noche y la gente comenzó a entrar por borbotones. El diablo se me perdió entre la marejada de gente. Será para la próxima, si es que el estrés con que anda lo deja sobrevivir.
Ya dicen que más sabe el diablo por viejo. Después de esto me quedé reflexionando en toda la gente que se escuda en el pobre diablo como excusa para las cosas malas que hacen, sin suficiente responsabilidad para aceptar que son dueños de sus actos.
Espero que después de esta Semana Santa queden menos de esos.
Esta columna aparece publicada en la edición impresa de Capital Financiero
de esta semana.