martes, 15 de julio de 2008

1492/Etiquétame

Tengo la habilidad de reconocer la historia de la gente con solo mirarlos. Más que todo la uso para saber cuan inteligentes son las personas, porque detesto la gente descerebrada. No me llevo chascos, lo que veo es lo que es. Mentiroso, cochino, vulgar, infiel, bruta, pervertido, enferma, incapaz, lento, idiota, mormón.
Eso me sirve para hacer la selección que según la vida debería hacer la naturaleza. Puedo ver las más profundas perversiones de la gente en sus ojos, saber su historial sexual por el número de parpadeos por minuto, su educación por la forma en que mueven los labios y cuánto se asea por la separación que hay entre sus cejas.
No conozco a nadie que me haya dado una primera impresión mala y que después la haya cambiado. Soy de los que dicen sí a las primeras impresiones, porque así me ha funcionado. Ando haciendo “tags” por la vida sin que nadie me controle y me gusta. ¿Quién me puede decir que está mal etiquetar a un político como “anormal”, cuando es lo mejor que se le puede decir, o llamar a un compañero lujurioso “enfermo”, cuando no encuentras una palabra más acorde para su comportamiento?
Tengo que decirlo antes de terminar, no me gusta que me etiqueten. Por la sencilla razón de que todo el mundo cree hacerlo de la forma correcta, pero no tienen la menor idea de lo que hacen. No soy un sujeto etiquetable, pero si por algún razón yo me topara un día a mi mismo por la calle, al pasar a mi lado, me miraría de reojo y murmuraría para mi “perfecto”.