lunes, 20 de julio de 2009

Diario de una cebollita: Día 15


Diario de una cebollita

Día 15

Zorra

Por Dionisio Guerra

La vida es un cúmulo de contradicciones, pero la mía es un cúmulo de desastres. No sé si existirá otra persona sobre la tierra con la misma suerte que yo, pero siento que el destino a veces me trata muy mal. Un día creo odiar a una persona y al día siguiente estoy enamorada. Otro día abro mi corazón hacia alguien y hoy me entero que esa persona traicionó mi confianza para satisfacer sus propios intereses.
Cuando me desperté decidí que hoy iba a ser el primer día de la nueva historia de mi vida; que no me iba a preocupar tanto por encontrar el amor, si no que iba a poner todo mi esfuerzo en ser feliz y hacer feliz a los que me rodean.
Sé que metí la pata y estaba dispuesta a asumir las consecuencias de esas acciones. Así que me agarré esa actitud y me fui al trabajo. Me puse bonita. Quería derrotar a esa mala suerte que ha estado rodeándome.
Me fui con la mejor actitud, aunque sabía que en el fondo de mi aun seguía una cebollita haciéndome llorar.
Al llegar a la oficina, no pude evitar sentir desprecio por la recepcionista, aunque increíblemente hoy me recibió con una sonrisa. “¡Descarada!”, pensé, pero le respondí con una igual. Me dijo que mi jefe le había dicho que tan pronto llegara fuera a verlo a su oficina.
Me fui directo hacía allá. Lo encontré como meditando con una taza de café entre las manos. Presentí que algo muy grave estaba pasando por la cara que puso al verme. –Siéntate- susurró mientras señalaba la silla con la mano.
“Prepárate”, pensé. Cuando el comenzó a hablar no creí que cada palabra fuera cierta. El hablaba y yo lo miraba como si lo que decía no estuviera pasando.
Empezó contándome lo mucho que me quería y de lo agradecido que estaba con mi trabajo. Luego se refirió al bochornoso incidente del viernes y lamentó que él lo hubiera presentado. Pero que tratándose de una falta de ese tipo, no se podía quedar con las manos cruzadas así que pidió al Administrador copia de los videos de seguridad ese día. Resultando en unos de ellos la imagen clara de una de las colaboradoras de la empresa colgando la hoja con la denigrante frase sobre mi escritorio. La colaboradora no era la recepcionista como yo pensaba. Era la Rebeca.
No resistí y me eché a llorar allí mismo. Él se paró a consolarme. Me trajo agua. Habló muchas cosas que ya no recuerdo, como que no iba a permitir ese tipo de actos en su empresa. Cuando paré de llorar me dijo: “no estoy de acuerdo con que esta persona siga en la Firma, pero voy a dejar todo en tus manos. ¿Qué acción quieres que tomemos?”
Tragué en seco. En realidad no entendía porque él, el jefe supremo, me pedía a mí, una de sus subalternas, tomar la decisión que le correspondía. Pero allí estaba esperando una respuesta de una mujer con lágrimas en los ojos.
Lo debí meditar poco, pero respondí con lo que creo es mi corazón y le dije: “No, creo que ella merece una nueva oportunidad”. Lo que me callé fue que tal vez yo misma propicié ese comportamiento.
Él dijo que eso no se iba a quedar así y que debía ser sancionada. Así que la suspendería por unos días sin derecho a sueldo. Pensé que era suficiente. Le pedí permiso para irme. Llegué a mi escritorio aun llorosa, ante la mirada de todo el personal.
Decidí olvidarme de ese asunto y seguir mi vida normal. Eso intenté. Pero solo hasta después del mediodía cuando se apareció Rebeca con un berrinche que asustó a todos en la oficina. Literalmente arrastrándose llegó hasta mi puesto pidiéndome perdón, agradeciéndome que no la hubiera dejado sin trabajo y no sé qué cosas más.
A las cinco de la tarde, ella regresó más serena y me dijo que de verdad la perdonara, y que ella no merecía esa oportunidad, así que iba a renunciar. No intenté persuadirla. Ella tomó la decisión que yo no pude.
Cuando me iba, vi entrar a Fabián. No estuvo todo el día en la oficina. Fui hasta su puesto y le dije que si podíamos conversar. Me dijo que prefería que fuera mañana, porque ahora debía salir a una reunión. Le acepté su excusa, yo tampoco querría hablar conmigo después de lo que hice. Me despedí y me fui.
Cuando llegué a la casa todavía era de día. Me metí a la cama a pensar y a llorar. No sé si tenga el valor de rogarle a Fabián. Pero quisiera que me diera una oportunidad, porque creo que sería la última en mi vida para ser feliz. :’(