lunes, 28 de marzo de 2016

Dionisio en Cuba | Semana 11 y 12 | Viernes Santo



Después de la tormenta llega la calma. Estos días han sido históricos y me alegra estarlos viviendo en el lugar donde había que estar.

Obama

La semana pasada vino Obama a Cuba. Como se imaginarán esto representó un suceso “grande” aquí y aunque a mí no me tocó directamente fue interesante la forma en que se desarrolló la visita. 

No tengo que dar detalles porque en los medios se ventiló hasta el “Paladar” (así le llaman a los restaurantes privados [no del Estado] en Cuba) donde comió Obama con su familia. Pero si me gustaría contar parte de mi experiencia como espectador del pueblo cubano en torno a esa visita.

Al contrario de lo que yo me imaginé, Obama fue recibido con mucha tranquilidad en Cuba. 

Demasiado tranquilo diría yo, si tenemos en cuenta que hace más de ochenta años un presidente de Estados Unidos no visitaba la isla.

Hubo cierre de calles en algunos puntos, aunque la mayoría de la gente pudo circular normal. Que no haya muchos carros en la Habana hizo más fácil controlar esto. Sin embargo, para mí fue muy curioso ver la ciudad desierta. Una de las cosas que caracteriza a la habana es la cantidad de personas en las calles. El día que llegó Obama se veían apenas a extranjeros caminando. Fue raro.

A pesar de eso, la visita de Obama resultó bastante bien para ambas partes ¿no?



Rolling Stones

Obama no es el único famoso que visitó la isla recientemente, el viernes asistí al concierto de The Rolling Stones en la Ciudad Deportiva de la Habana. Así que me permito hacerles una pequeña crónica de lo que fue para mí.

Desde que llegué a Cuba, en enero, escuché varias veces: “Los Rolling vienen en marzo”. Como en ese momento marzo era posibilidad lejana para mí dije, bueno, tal vez si sigo aquí voy a verlos. Y se llegó marzo.

Asistí al concierto de Major Lazer y me abrumé al ver tanta gente. Soy un poco miedoso de las multitudes, en realidad, más que miedo es la imposibilidad de controlarlas y como se dijo que cuatrocientas mil personas vieron a los creadores de “Lean On”, la canción más sonada del 2015, tocar, me convencí y desconvencí varias veces de que ir a ver a The Rolling Stones, que seguro tenían más fanáticos debía ser el triple de complicado.

En la escuela todo el mundo comentaba sobre el concierto. De hecho, un mes antes se proyectó uno de sus conciertos “Circus” y varios asistimos a verlo al aire libre muy a pesar del frio. Hubo hasta reunión con estudiantes de las distintas cátedras para conversar sobre el tema y se decidió: tres buses partirían de la escuela a las nueve de la mañana hacia la Ciudad deportiva y volverían ese mismo día una hora y media después del concierto.

Con esa propuesta ya no sólo estaba tentado, me convencí. Son los Rolling Stones, estoy en Cuba, el concierto es gratuito ¿Qué más necesitaba?

El viernes, viernes santo, a las nueve de la mañana estaba listo. Mi plan era ir al concierto y quedarme en la Habana, así que me llevé una mochila con ropa para el fin de semana, parecía buena idea en ese momento.

A las diez de la mañana llegamos a la Habana, nos quedamos cerca del zoológico de la 26 y caminamos a la ciudad deportiva con varias paradas para abastecernos de galletas y otros comestibles, ya que nos esperaba un largo día hasta las ocho y media de la noche que comenzaba el concierto.

Cerca de las once de la mañana llegamos a la ciudad deportivas. Había varias entradas, algunas con filas y otras con gente alrededor (al estilo cubano de ¿El último?). Un grupo de entre panameños y otras nacionalidades nos hicimos en una fila. Era una fila corta, para lo que me imaginé, de unas 400 personas.  



En las filas había pocos cubanos. Es más, en el camino un señor cubano nos paró y nos preguntó por qué íbamos a esa hora si el concierto comenzaba a las ocho y media. Escuché de gente que acampó allí, pero nunca las vi.

Sobrevivimos la fila a base de pop corn y mirando a muchos fanáticos excéntricos que comenzaban a llegar, hasta las dos de la tarde que abrieron las puertas. En ese momento los muchos pocos que estábamos, comenzamos a correr hasta la parte frente a la tarima, que por cierto era hermosa.

Quedamos a cuatrocientos metros de la tarima. Era una especie de “área VIP” que después cerraron y no dejaron a más nadie entrar. Ni salir.

Acomodamos las mochilas en el piso y nos tiramos allí. De vez en cuando comimos galletas, snacks y tomamos agua. Así hasta las ocho y treinta ocho cuando comenzó el concierto. Mick Jagger dio la bienvenida en español, hizo varios chistes en cubano y en un momento hasta dijo “Sé que años atrás era difícil nuestra música en Cuba, pero que estemos aquí es una señal de que tiempos están cambiando”. La ovación fue enorme.

Desde donde estaba no podía ver cuántas personas estabas detrás, pero se escuchaban miles.
El concierto fue tremendo. La gente amo a The Rolling Stones, y la banda se entregó a Cuba. Lo disfruté un montón, la vibra fue genial.

La salida fue más interesante aún. Miles y miles de personas caminando a la vez por las calles que rodean la Ciudad deportiva. Todos marchando juntos, hombro con hombro. Sentí miedo. No por la cantidad de personas, sino al pensar en cómo llegaría a la casa. Caminé unas cuadras y cuando llegué a una calle pregunté a una “maquina” (taxis con ruta) si pasaba por la Habana, me dijo sí, subí y quince minutos después estaba en casa tomando una ducha.

Está de más decir que sigo feliz.

Eso por esta semana.


Saludos



martes, 15 de marzo de 2016

Semana 9 y 10 | Dionisio en Cuba | Adaptación

Sigo en Cuba. Ya casi estoy a mitad de este camino, que está sucediendo muy agradable a pesar de todo.

Y decir a pesar de todo es más una cosa de la vida que de mi situación aquí. Ya conté, en mi último post lo que me pasó con la computadora (ya solucionado, por cierto). Así que la para rematar mi felicidad la semana pasada me atacó la sinusitis, que convive conmigo desde los ocho años.

Ya entró el calor en Cuba y el cambio de temperatura se fue directo a mi organismo, despertando los malestares de la sinusitis y acompañándome toda la semana. Tuve que doparme de pastillas el viernes y dormir casi todo el sábado para superarla, y aunque todavía no se ha ido totalmente de mi cuerpo ya estoy recuperado en un ochenta y cinco por ciento.

Eso, me impidió seguir con mi tradicional post semanal. Así que aquí estoy de vuelta poniéndome al día con ustedes y conmigo.

Así que retomo donde lo dejé.

En la víspera del aniversario del nacimiento de García Márquez, develaron en la escuela una placa en la residencia donde vivió varios años. Asistí, por supuesto, a un bonito e íntimo acto. Fue emocionante estar en el mismo lugar donde el caminaba, pensaba y escribía. Como saben, él fue uno de los fundadores de la escuela, así que hay mucho cariño y respeto por su memoria por acá.


El domingo seis de marzo asistí al concierto de Major Lazer en la Habana. Era un concierto abierto, gratuito y masivo. La cita era a las tres de la tarde, pero el concierto comenzó minutos después de la cinco y duró un poco más de hora y media. Estaba lleno, llenísimo. Escuché que algunos dijeron que hubo 200.000 personas, aunque otros aseguraron que eran 400.000. Me creo las dos cifras.



Al acabar el concierto el mar de personas era impresionante. Por suerte La Habana es una ciudad caminable.

Desde la semana pasada he estado en un taller de “Adaptación” de obras literarias al cine. Un taller para el que no venía preparado pero que me ha gustado mucho. Además adaptación es una palabra ideal para describir estas semanas. A veces una historia está escrita, pero resulta que al reescribirse termina siendo mejor que el texto que se inspiró. Tal vez en otro momento retome el tema, pero por ahora: “adaptación”.

También fui al Teatro. Asistí a la obra Decamerón, una adaptación bien cubana de los cuentos de Boccaccio, bastante bien montada y actuada, además de divertida. Todo por diez pesos cubanos, es decir 50 centavos nuestros.



Como dije antes, entró el calor, no sé si el verano, pero esto me tiene feliz. Otra cosa que entró fue el horario de verano, así que todo debe pasar una hora más temprano y no he podido acostumbrarme.


Eso por ahora, nos vemos la próxima semana.

martes, 1 de marzo de 2016

Semana 6, 7 y 8 | Dionisio en Cuba | La caída y posterior recuperación del señor Dionisio en Cuba.



Volví. Pasaron muchas cosas en las últimas semanas, pero me vi imposibilitado a poder escribir en el blog, pero no, no fue por ninguna de las cosas que se imaginan. El asunto es un poco más sencillo, pero complicado también.

Trataré de hacer un resumen. Cuando llegué a Cuba comencé a notar que el cable alimentador de la computadora estaba dejando de funcionar a ratos. Mi batería hace un tiempo está afectada así que prácticamente debo tener la computadora siempre conectada.

No le di tanta importancia al tema. Culpé a la humedad, al frío y a esas cosas. Total, cada vez que sacaba el cargador del enchufe y volvía a conectarlo servía sin problemas.

Hace unas semanas el cable decidió no volver a cargar. Probé con un compañero que usa la misma marca que yo y cargó bien. Era el cable.

Con mis compañeros me enteré que venía un panameño a un taller ese fin de semana. Era mi esperanza. Le pedí a Alma, que me consiguiera uno genérico y aunque fue un lío, porque hubo que ser muy específicos con el modelo, el voltaje y el amperaje, pudo mandármelo. El cable llegó el domingo. Crucé los dedos porque sirviera, lo conecté encendió una lucecita, pero no cargó.

Intenté encontrar lugares para comprarlo en Cuba, pero fue infructuoso. Ni los locales tenían, ni lo pude conseguir de segunda mano en el sitio favorito de los cubanos para vender y comprar cosas: revolico.

Los técnicos revisaron el cable y todo parecía funcionar bien. Al parecer el problema es que debía ser original o nada.

Estuve muy frustrado. No estaba en el mejor lugar en el mundo para pasar por esta experiencia. En otro momento lo hubiese resuelto en una tarde. Además, mis clases en guion requieren que escriba todos los días. Tuve que escribir en papel y pedir prestadas computadoras para pasarlo a digital.
No es fácil para mí pedir favores, menos cosas tan personales como las computadoras. Me sentí muy atado de manos y un poco decaído. Pasé casi dos semanas así, sin computadora ni ánimos.

Pero siempre hay solución para todo. Una chica cubana a la que conocí hace semanas atrás viajó a Panamá y se devolvía en unos días. Me propuse encontrar una solución en Panamá antes de su regreso. Recordé que mi hermana tenía una computadora en casa, que no usaba porque había sufrido algún desperfecto con el sistema operativo. Nuevamente apareció Alma al rescate y en conjunto con mi amigo Abdiel, repararon, alistaron y me enviaron la computadora con a través de esta chica.
Con la computadora me mandaron un cable de la marca de la computadora.

El sábado fui a la Habana a buscarlo y el domingo la probé y todo sirvió, la computadora y el cable. Así que ahora escribo en mi computadora y tengo otra de repuesto “por si las moscas”.

Estoy feliz.

También me hace feliz poder volver a escribir en el blog. Pasaron muchas cosas desde entonces. Espero poder acordarme de todo.



Fui a la Feria Internacional del libro de la Habana. Tenía muchas expectativas por la feria. Es inmensa. Se realiza en un recinto antiguo, la fortaleza conocida como “La Cabaña”, desde donde sucede el famoso cañonazo de la Habana, del cual hablaremos en otro momento.

Quedé totalmente intimidado cuando llegué había mucha, mucha, mucha gente. Casi no se podía caminar. Para ver los libros había que entrar a distintos cuartos y siento que no abarqué todos los que quise. Al final no sé si me perdí, desorienté o abrumé, pero sólo compré dos libros y me regresé. 

Prometí regresar, pero tal vez fue mucho para poder manejarlo.

A la salida las filas para tomar el transporte eran interminables.

De todas formas, aún me quedan las librerías de La Habana que siguen siendo baratas.



Ese fin de semana visité un lugar llamado Expocuba, es un recinto ferial donde hay salas de exposición, juegos mecánicos y hasta un pequeño lago para navegar en bote. Queda alejado de la Habana, pero es divertido. También hubo mucha gente.

Regresando a la escuela me enteré de la presencia esa semana de Ian McKellen. Sí, Magneto. O Gandalf para algunos, pero sobretodo Magneto.

La visita era discreta, aun así se pegaron cartelones por todas las paredes. Yo bajé a la hora que debía llegar y lo encontré acariciando un perro de esos de la escuela. Me impactó verlo caminar como si nada.



Me acerqué con unos compañeros y le hablamos. Nos preguntó que estudiábamos y de dónde éramos. Fue muy amable. Nos tomamos fotos con él. Es muy relajado, pero sobre todo amable.





En esa misma semana hicimos la primera comida panameña. Nada más y nada menos que arroz con guandú, pollo guisado y pataconcitos. Fue la comida más rica que he probado desde que llegué. ¿Por qué será que uno se pone tan cursi cuando está fuera del país?

En la Habana visité el museo de Arte Colonial y un ratito el museo de Arte Cubano, pero sólo unos minutos porque estaba por cerrar.



Finalmente logré ir al Planetario, después de tres intentos fallidos (dos de los cuales estuvo en fumigación). La experiencia fue muy bonita y yo me pregunto, ¿por qué no tenemos uno así en Panamá?


También fui a la cámara oscura. Un invento que con espejos que refleja en vivo, sobre un plato gigante, las cosas que pasan fuera e utiliza el mismo principio de iluminación que utilizan las cámaras fotográficas (de esas de antes).

Creo que eso en resumen de lo que hice. Por otra parte, además de la computadora y el cable recibí bonitas muestras de cariño totalmente inesperadas.

Hace unas semanas, Eberhard me preguntó qué necesitaba en Cuba, si jabón, pasta de dientes o papel higiénico, yo le dije en broma y en serio que Mantequilla de Maní y me trajo dos frascos. Dos lindos frascos de mantequilla de maní. Wow. Gracias.

Como si fuera poco recibí un mensaje de Kathy y Denise que me decían que me habían mandado una encomienda con un compadre que vino a la Habana. También fui a buscarla y resulta que me mandaron Atún, frutos secos y Mantequilla de Maní. Exactamente las cosas que necesitaba.



Sí, soy fan de la mantequilla de maní. Una de esas cosas que mantienen con vida a los solteros que viven solos y no saben cocinar.

Estoy feliz. Estar lejos, con pocas cosas a la mano y que tus amigos sigan pendientes de lo que necesitas o cómo ayudarte es muy bonito.

Y tengo mantequilla de maní.

Gracias :´)