Tengo un aprecio especial por el cine. Por el buen cine, por el cine malo, por las películas en general. Siempre he dicho que asistir a ver una película no es una actividad social ni mucho menos romántica, pero hay personas, creo que sobre todo en esta ciudad, que se empeñan en querer transformar mi afirmación. Claro que sin éxito.
El fin de semana fui con mis amigos a ver la película del simpático Wall-E, pero que no pude disfrutar por la exhaustiva participación de una narradora situada justo a mis espaldas, que hoy, varios días después sigo pensando que carecía de inteligencia alguna.
La historia del robotcito entró buena por mis ojos, pero se iba destruyendo a través de mis oídos. La chica con deficiencias intelectuales vociferaba para toda la sala lo que iba sucediendo y eso de pronto me hacia odiar cada cosas que aparecía en la pantalla. De vez en cuando deseaba que la pantalla se quedara en blanco, solo para que ella dejara de hacer sus tontos comentarios.
Cuando estábamos a punto de suicidarnos, se me ocurrió devolverle el favor y con ayuda de mi amiga, comenzamos a describir cada cosa que sucedió. Creo que entendió, porque bajó la guardia, lastimosamente solo por diez minutos.
Por fortuna, la película era corta, como el cerebro de la chica, pero la rabia nos ha durado hasta ahora. Repito, el cine no es social, espero que aquella mujer pueda entenderlo alguna vez. Por mi parte prometo que la próxima vez que me encuentre en una situación similar no seré cortés.
El fin de semana fui con mis amigos a ver la película del simpático Wall-E, pero que no pude disfrutar por la exhaustiva participación de una narradora situada justo a mis espaldas, que hoy, varios días después sigo pensando que carecía de inteligencia alguna.
La historia del robotcito entró buena por mis ojos, pero se iba destruyendo a través de mis oídos. La chica con deficiencias intelectuales vociferaba para toda la sala lo que iba sucediendo y eso de pronto me hacia odiar cada cosas que aparecía en la pantalla. De vez en cuando deseaba que la pantalla se quedara en blanco, solo para que ella dejara de hacer sus tontos comentarios.
Cuando estábamos a punto de suicidarnos, se me ocurrió devolverle el favor y con ayuda de mi amiga, comenzamos a describir cada cosa que sucedió. Creo que entendió, porque bajó la guardia, lastimosamente solo por diez minutos.
Por fortuna, la película era corta, como el cerebro de la chica, pero la rabia nos ha durado hasta ahora. Repito, el cine no es social, espero que aquella mujer pueda entenderlo alguna vez. Por mi parte prometo que la próxima vez que me encuentre en una situación similar no seré cortés.