miércoles, 17 de agosto de 2011

Guía del soltero feliz. Regla 2: Visita a tu abuela, pero no la hagas pensar demasiado en ti




Después de la boda de mi prima, mi abuela me mandó a llamar. Digo “me mandó” porque así es ella cuando quiere imponer algo: lo riega hasta que todo el mundo se entere de su petición, para que a quien se lo impone le queden menos motivos para no cumplirle.
Yo ya me imaginaba qué quería, y por la forma en que me habló mi tía, toda la familia también. “Ella dice que vengas a verla pronto, que tú sabes que ella está vieja, y que a ti te quiere más que a muchos en esta familia”.
Saliendo del trabajo fui a visitarla. Le compré el “arroz con leche” que ama, pero cuando lo abrió me dijo -Ya no lo hacen como antes- y lo dejó allí sin probar. Lo que vino después ya lo había reproducido varias veces en mi mente durante el camino.
Comenzó diciendo “Sabes que no eres igual al resto de mis nietos. A ti, yo misma te crié, creciste en mis brazos...tú sabes lo que me duele...”. Yo podría decirlo al unísono y nunca sonaría tan terrible. Pareciera como que con 30 años estaba condenando a la soledad de por vida. Como que ella y gran parte de mi familia intuían que ya se me había ido el tren, con eso de que pasaron cinco años desde la última vez que tuve una novia.
Y siguió... “tú sabes lo que me duele ver que todo el mundo está formando una familia y tú te vas quedando mayuyón y solo. Ahora que se casó tu prima, eres el único en edad que no tiene a nadie y ya la gente comienza a hablar. Yo no quiero que hablen de ti...tú sabes cómo es la gente”.
Ahora sí, a mi abuela, la mujer más “poco importa” que he conocido, le interesa lo que la gente hable. Eso no se traduce en nada bueno. Estoy en problemas. Sabía que este día llegaría, pero no estaba preparado para enfrentarla.
<Yo soy feliz como estoy, mama. Yo sé que todo el mundo en esta familia ya ha formado la suya, pero no creo que sea uno de mis intereses hacerlo ahora. Quién sabe si en cinco o diez años, pero no estoy listo para casarme, ni tener hijos. Todavía no. Creo que necesito un mejor trabajo y tener más clara mi vida. Y por encima de eso, encontrar a una mujer que piense como yo, que me guste y que me quiera. Pero ahora estoy joven, soy un pelao todavía. No creo que sea el momento>, le dije sin siquiera procesar las palabras.
Ella comenzó a refunfuñar, con sus clásicas palabras inventadas, a decir que ella ya estaba viejita, que se iba  morir sin verme feliz, y que yo no sabía cuan triste la ponía eso. Realmente la noté triste, y nunca antes la sentí así.
No sé cómo pasó, pero terminé prometiéndole a mi abuela que me buscaría una novia. Tal vez fue solo para que me dejara tranquilo o era algo que mi inconsciente está pidiendo a gritos. Desde Marina, hace cinco años, no había tenido una relación formal. La verdad, los primeros años fue por decisión propia, después hubo un tiempo en que pensé que no encontraría a nadie y me la pasé triste, pero luego simplemente dejó de importarme.
Me fui a casa pensando en las palabras de mi abuela, no tanto por lo que ella pensara, que ya lo sabía, era cuestionándome si yo realmente necesitaba eso de emparejarme. Finalmente creo que mi abuela está más interesada en que me case, a que realmente consiga una novia como se debe.
Entré al apartamento y por primera vez me acoge una inmensidad. Estoy solo ¿Cuándo eso comenzó a preocuparme? Hasta hace un par de horas yo era totalmente feliz. Después de escuchar a mi abuela me ha quedado como un vacío. Ese mismo vacío estaba por todos lados esa noche y ni siquiera puedo encontrarme.
Reviso mi teléfono buscando algún soporte, solo para darme cuenta que hace más de diez días que nadie me llama. La última llamada fue de mi mamá. ¿Será que la viejita tiene razón y que así será el resto de mi vida?
Me acuesto pensando en eso, y despierto tres semanas después con una gran idea. Dos, nueve, nueve. Tres. Cinco. Seis. Seis. –Abuela ¿Cómo estás? –Le dije que hace dos semanas estaba saliendo con una vieja amiga, que le estaba dando una oportunidad, y que nos estaba yendo muy bien. Pude sentir alegría en su respuesta. Tal vez solo me estaba siguiendo la corriente. –Quiero conocerla ¿Cuándo me la presentas?-sentenció, mientras a mí me remordía la conciencia por estar mintiéndole a una de las mujeres más importantes de mi vida. ¿A quién estoy engañando? Vamos a ver hasta dónde llega esto.


Continuará...




Antes en la Guía del soltero feliz