Después
de la boda de mi prima, mi abuela me mandó a llamar. Digo “me mandó” porque así
es ella cuando quiere imponer algo: lo riega hasta que todo el mundo se entere de su petición, para
que a quien se lo impone le queden menos motivos para no cumplirle.
Yo
ya me imaginaba qué quería, y por la forma en que me habló mi tía, toda la familia
también. “Ella dice que vengas a verla pronto, que tú sabes que ella está
vieja, y que a ti te quiere más que a muchos en esta familia”.
Saliendo
del trabajo fui a visitarla. Le compré el “arroz con leche” que ama, pero
cuando lo abrió me dijo -Ya no lo hacen como antes- y lo dejó allí sin probar.
Lo que vino después ya lo había reproducido varias veces en mi mente durante
el camino.
Comenzó
diciendo “Sabes que no eres igual al resto de mis nietos. A ti, yo misma te
crié, creciste en mis brazos...tú sabes lo que me duele...”. Yo podría decirlo
al unísono y nunca sonaría tan terrible. Pareciera como que con 30 años estaba
condenando a la soledad de por vida. Como que ella y gran parte de mi familia intuían que ya se me había ido el tren, con eso de que pasaron cinco años desde
la última vez que tuve una novia.
Y
siguió... “tú sabes lo que me duele ver que todo el mundo está formando una
familia y tú te vas quedando mayuyón y solo. Ahora que se casó tu prima, eres
el único en edad que no tiene a nadie y ya la gente comienza a hablar. Yo no
quiero que hablen de ti...tú sabes cómo es la gente”.
Ahora
sí, a mi abuela, la mujer más “poco importa” que he conocido, le interesa lo
que la gente hable. Eso no se traduce en nada bueno. Estoy en problemas. Sabía que este día llegaría, pero no
estaba preparado para enfrentarla.
<Yo
soy feliz como estoy, mama. Yo sé que todo el mundo en esta familia ya ha
formado la suya, pero no creo que sea uno de mis intereses hacerlo ahora. Quién
sabe si en cinco o diez años, pero no estoy listo para casarme, ni tener hijos.
Todavía no. Creo que necesito un mejor trabajo y tener más clara mi vida. Y por
encima de eso, encontrar a una mujer que piense como yo, que me guste y que me
quiera. Pero ahora estoy joven, soy un pelao todavía. No creo que sea el
momento>, le dije sin siquiera procesar las palabras.
Ella
comenzó a refunfuñar, con sus clásicas palabras inventadas, a decir que ella ya
estaba viejita, que se iba morir sin
verme feliz, y que yo no sabía cuan triste la ponía eso. Realmente la noté
triste, y nunca antes la sentí así.
No
sé cómo pasó, pero terminé prometiéndole a mi abuela que me buscaría una novia.
Tal vez fue solo para que me dejara tranquilo o era algo que mi inconsciente
está pidiendo a gritos. Desde Marina, hace cinco años, no había tenido una
relación formal. La verdad, los primeros años fue por decisión propia, después
hubo un tiempo en que pensé que no encontraría a nadie y me la pasé triste,
pero luego simplemente dejó de importarme.
Me
fui a casa pensando en las palabras de mi abuela, no tanto por lo que ella
pensara, que ya lo sabía, era cuestionándome si yo realmente necesitaba eso de
emparejarme. Finalmente creo que mi abuela está más interesada en que me case,
a que realmente consiga una novia como se debe.
Entré
al apartamento y por primera vez me acoge una inmensidad. Estoy solo ¿Cuándo
eso comenzó a preocuparme? Hasta hace un par de horas yo era totalmente feliz.
Después de escuchar a mi abuela me ha quedado como un vacío. Ese mismo vacío estaba por todos lados esa noche y ni siquiera puedo encontrarme.
Reviso
mi teléfono buscando algún soporte, solo para darme cuenta que hace más de diez
días que nadie me llama. La última llamada fue de mi mamá. ¿Será que la viejita
tiene razón y que así será el resto de mi vida?
Me acuesto pensando en eso, y despierto tres
semanas después con una gran idea. Dos, nueve, nueve. Tres. Cinco. Seis. Seis.
–Abuela ¿Cómo estás? –Le dije que hace dos semanas estaba saliendo con una
vieja amiga, que le estaba dando una oportunidad, y que nos estaba yendo muy
bien. Pude sentir alegría en su respuesta. Tal vez solo me estaba siguiendo la
corriente. –Quiero conocerla ¿Cuándo me la presentas?-sentenció, mientras a mí
me remordía la conciencia por estar mintiéndole a una de las mujeres más
importantes de mi vida. ¿A quién estoy engañando? Vamos a ver hasta dónde llega
esto.Continuará...
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