Diario de una cebollita
Día 4
Napoleón
Día 4
Napoleón
Por Dionisio Guerra
Debí dormir una hora. Estoy exhausta. Estoy llorando esta noche también. En parte por mi pelo, pero también por sensación extraña, que es mezcla de emoción con miedo.
En la mañana, con las pocas fuerzas que me quedaban me fui al salón de belleza para estar regia en la reunión de la tarde. Le pedí blower, pero la estilista me recomendó recortarme las puntas. Yo todavía adormilada le decía que sí a todo lo que ella sugería.
Cuando terminó casi le pido las tijeras para hacerme un hara-kiri. Lo que hizo no tiene nombre. Mi cabeza era como la abuela de “Pedro el escamoso”. En la parte superior lo dejó bien corto, pero la parte de atrás tenía mechones de todos los tamaños.
La cara de la dominicana era casi la mía. Creo que ella quiso hacer un experimento, que resultó fallido. Lo malo fue que mi cabeza sufrió las consecuencias. Salí de allí mirando al piso, a punto de llorar, pensando en la reunión de la tarde.
Al entrar a la oficina sentí que todo el mundo se burlaba de mi. Desde la atrevida de la recepcionista hasta cada uno de los socios. No había forma en que me peinara que no se notara. Era un real desastre. Es el mismo corte con que recuerdo a mi tía, y que mi prima llamaba el corte “napoleón”.
A las tres quedé de reunirme en el lobby con Fabián, el nuevo socio. Cuando me vio puso una cara de espanto, que estoy segura era por nuevo corte de pelo. Nos fuimos en su carro, sin decir ninguno palabra alguna. Encerrados los dos, comencé a percibir algo que antes nunca noté, un aroma especial que me gustaba mucho. No pasó mucho para darme cuenta que era el mismo perfume que hace unos días me convirtió en una loca en el bus.
No pude evitar mirarlo para asegurarme que no era el mismo que me dejó llorando aquella vez. Lo hice tan obvio que se dio cuenta. “¿Estás preparada?”, comentó mientras su mirada seguía al volante, y me explicaba la forma en que teníamos que hacer que esos clientes nos firmaran el contrato.
Por un momento desapareció el odio, lo miré lindo por primera vez. Me desperté a mi misma, recordándome que no era el momento para ilusionarse.
La reunión comenzó un poco tensa. Los clientes exigían cosas que no estaban en el contrato. Fabián no se dejaba y también les replicaba las exigencias, sin embargo en un momento las cosas se pusieron tan hostiles, que me atreví a reprocharles: “Señores, creo que está discusión debimos tenerla en otro momento, ya la negociación se hizo y ustedes aceptaron todo lo que establece ese contrato”. No sé de donde había sacado fuerzas, pero lo hice.
La junta directiva de la empresa me miraba atónita, seguro por mi cabello. El presidente de la compañía, me miró con ojos de asesino. Se levantó de su silla, me señaló y dijo: “¿Y usted quién es para estar opinando aquí? Suárez (a Fabián), espero un nuevo contrato con todo lo que le acabo de pedir. Cuando esté listo, me avisa personalmente. Mientras tanto no los quiero ver por aquí”. Después de eso salió apresuradamente por la puerta y detrás de él, cada uno de los representantes de la Junta.
Por un momento en el día, mi cabello no fue importante. Sentía una vergüenza tremenda y culpa, por haber dejado que nuestro cliente se enfureciera de esa forma. Yo salí corriendo tras ellos hacia la salida, llorando como una magdalena.
Fabián me alcanzó en el estacionamiento. No dijo nada, solo me abrazó. Me sentí tan bien en sus brazos. Desde allí el perfume era más intenso, así que lo apretaba cada vez más. Estuvimos largo rato así, hasta que dejé de sollozar.
Me dijo: “Tranquilízate, esto es normal en este tipo de negociaciones. Tu actuaste muy bien”. Después de eso, me llevó a la casa.
He estado pensando en él el resto de la noche. Pero eso no ha evitado que llore, cada vez que me miro en el espejo y contemplo el terror de mi pelo, entro en llanto. :'(
Debí dormir una hora. Estoy exhausta. Estoy llorando esta noche también. En parte por mi pelo, pero también por sensación extraña, que es mezcla de emoción con miedo.
En la mañana, con las pocas fuerzas que me quedaban me fui al salón de belleza para estar regia en la reunión de la tarde. Le pedí blower, pero la estilista me recomendó recortarme las puntas. Yo todavía adormilada le decía que sí a todo lo que ella sugería.
Cuando terminó casi le pido las tijeras para hacerme un hara-kiri. Lo que hizo no tiene nombre. Mi cabeza era como la abuela de “Pedro el escamoso”. En la parte superior lo dejó bien corto, pero la parte de atrás tenía mechones de todos los tamaños.
La cara de la dominicana era casi la mía. Creo que ella quiso hacer un experimento, que resultó fallido. Lo malo fue que mi cabeza sufrió las consecuencias. Salí de allí mirando al piso, a punto de llorar, pensando en la reunión de la tarde.
Al entrar a la oficina sentí que todo el mundo se burlaba de mi. Desde la atrevida de la recepcionista hasta cada uno de los socios. No había forma en que me peinara que no se notara. Era un real desastre. Es el mismo corte con que recuerdo a mi tía, y que mi prima llamaba el corte “napoleón”.
A las tres quedé de reunirme en el lobby con Fabián, el nuevo socio. Cuando me vio puso una cara de espanto, que estoy segura era por nuevo corte de pelo. Nos fuimos en su carro, sin decir ninguno palabra alguna. Encerrados los dos, comencé a percibir algo que antes nunca noté, un aroma especial que me gustaba mucho. No pasó mucho para darme cuenta que era el mismo perfume que hace unos días me convirtió en una loca en el bus.
No pude evitar mirarlo para asegurarme que no era el mismo que me dejó llorando aquella vez. Lo hice tan obvio que se dio cuenta. “¿Estás preparada?”, comentó mientras su mirada seguía al volante, y me explicaba la forma en que teníamos que hacer que esos clientes nos firmaran el contrato.
Por un momento desapareció el odio, lo miré lindo por primera vez. Me desperté a mi misma, recordándome que no era el momento para ilusionarse.
La reunión comenzó un poco tensa. Los clientes exigían cosas que no estaban en el contrato. Fabián no se dejaba y también les replicaba las exigencias, sin embargo en un momento las cosas se pusieron tan hostiles, que me atreví a reprocharles: “Señores, creo que está discusión debimos tenerla en otro momento, ya la negociación se hizo y ustedes aceptaron todo lo que establece ese contrato”. No sé de donde había sacado fuerzas, pero lo hice.
La junta directiva de la empresa me miraba atónita, seguro por mi cabello. El presidente de la compañía, me miró con ojos de asesino. Se levantó de su silla, me señaló y dijo: “¿Y usted quién es para estar opinando aquí? Suárez (a Fabián), espero un nuevo contrato con todo lo que le acabo de pedir. Cuando esté listo, me avisa personalmente. Mientras tanto no los quiero ver por aquí”. Después de eso salió apresuradamente por la puerta y detrás de él, cada uno de los representantes de la Junta.
Por un momento en el día, mi cabello no fue importante. Sentía una vergüenza tremenda y culpa, por haber dejado que nuestro cliente se enfureciera de esa forma. Yo salí corriendo tras ellos hacia la salida, llorando como una magdalena.
Fabián me alcanzó en el estacionamiento. No dijo nada, solo me abrazó. Me sentí tan bien en sus brazos. Desde allí el perfume era más intenso, así que lo apretaba cada vez más. Estuvimos largo rato así, hasta que dejé de sollozar.
Me dijo: “Tranquilízate, esto es normal en este tipo de negociaciones. Tu actuaste muy bien”. Después de eso, me llevó a la casa.
He estado pensando en él el resto de la noche. Pero eso no ha evitado que llore, cada vez que me miro en el espejo y contemplo el terror de mi pelo, entro en llanto. :'(
6 comentarios:
bueno, le doy la razón, el cabello es algo sagrado, que se desahogue, pero que no deje de recordar que el cabello crece nuevamente.
Gracias por tu comentario Abner. Sigue Leyendo.
Saludos
Creo que todas hemos pasado por un dia así, en serio, una vez quise ser peliroja y el color que me quedo era todo menos rojo...fue horrible y no se porque pero pague y me fui manejando y llorando...me siento identificada con la cebollita y eso es gracias a ti Dioni...sigue asi
besos
Como siempre los estilistas haciendo lo q se les da la gana con nuestro cabello, el hara-kiri lo debio usar con la kbrona de la estilista!
Como siempre los estilistas haciendo lo q se les da la gana con nuestro cabello, el hara-kiri lo debio usar con la kbrona de la estilista!
Jajaja. Perversa Luisa. Saludos
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