jueves, 18 de junio de 2009

Diario de una cebollita: Día 6


Diario de una cebollita

Día 6

El EX

Por Dionisio Guerra

Estoy por creer que tengo un problema mental. Una incapacidad que no me permite razonar correctamente y que prácticamente me obliga a estar de error en error. Ayer decía que creo en las segundas oportunidades, pero ya estoy evaluando seriamente si esa afirmación seguirá siendo parte de mi vida.

Como buena niña en sábado, me levanté temprano a lavar ropa y ayudar con los quehaceres, pero en la tarde estaba lista para recordar una de las mejores épocas de mi vida con Cristian.

Nos encontramos a eso de las cinco de la tarde y fuimos a ver “Marley y yo”. La película sobre un cariñoso pero diabólico perro que me tuvo llorando descontroladamente media hora después que salimos del cine.

Cristian, que conoce ya mi sensibilidad, me llevó a tomar un poco de aire para que se me pasara. Me tomó de la mano, me abrazó, me acarició la mejilla, me besó. Era como si hubiera regresado de ese largo viaje en que me dejó hace tres años, cuando nos separamos. Me sentí protegida y segura en sus brazos.

Después de recibir una llamada, me dijo: “vamos a ir a cenar con mis amigos”. En realidad no eran sus amigos, era su mejor amiga, a la cual detesto y ella me detesta. Primero me predispuse a tener que sopórtala, pero después pensé que debía evaluar esta nueva oportunidad de estar juntos desde todos sus ángulos, así que me dije “voy a intentar caerle bien esta vez”.

Llegamos y ella ya estaba sentada con su novio. Yo los saludé como si nada, pero si noté la mueca que ella hizo cuando me vio. Mientras ordenamos ella le comenzó a hablar a Cristian sobre quién sabe quién de la universidad, del hijo de su tía y luego del carro que le estaban vendiendo, cosas que solo ellos dos entendían.

Él fue acaparado totalmente por ella, mientras yo no veía cómo incorporarme en la conversación y dejar de ser únicamente el ficus. Comencé primero con afirmaciones (¡Sí!), luego a hacer símiles (yo conozco a alguien que también lo hizo) y también di mi opinión (Yo creo que...), pero nada de eso sirvió. Incluso he llegado a pensar que se pusieron de acuerdo para tratarme así.

Mientras comíamos ella empezó a hablar de una tal Sonia, con la que al parecer Cristian estuvo saliendo.

Mejor que la dejaste. Yo me hubiera replanteado nuestra amistad, si seguías con ella. Era una corriente”. Todo eso lo dijo mirándome y con un marcado énfasis en sus palabras. Yo no le hice caso, hasta que mencionó. “Ni se te ocurra traerla de vuelta un día, y menos a cenar”.

Eso fue personal. Me levanté de la mesa hacia la salida enfurecida. Esperaba que Cristian corriera tras de mí a detenerme, a decirme que no me fuera, que todo era un mal entendido, y que ese era el último día que la veía, pero eso no sucedió. Solamente se limitó a llamarme por teléfono preguntándome “¿Qué te pasó?”.

Agarré el taxi a casa, casi mordiéndome la lengua. Una mujer no debe parecer indefensa ante un taxista. En casa nadie me esperaba, mis papás habían salido a cenar a casa de unos amigos. Aproveché para llorar a llanto suelto, como cuando era niña, hasta quedarme sin lagrimas y sin voz.

Tirada en el piso me juré no volver a creer nunca más en la palabra de un hombre. Pero reflexionando en mi cama me di cuenta de lo estúpida que fui al rechazar a Fabián, por querer revivir lo que tuve con quien pensé era mi alma gemela. Como eran más del las doce agarré el teléfono para felicitarlo por su cumpleaños. Lo que pude oírle, en medio de la fiesta que tenían allá, fue que estaba aburrido, que se sentía solo.

Siento que tuve una excelente oportunidad al frente, pero la dejé pasar. No puedo evitar seguir llorando. :'(