Sigo en Cuba. Ya casi estoy a mitad de este camino, que está
sucediendo muy agradable a pesar de todo.
Y decir a pesar de todo es más una cosa de la vida que de mi
situación aquí. Ya conté, en mi último post lo que me pasó con la computadora
(ya solucionado, por cierto). Así que la para rematar mi felicidad la semana
pasada me atacó la sinusitis, que convive conmigo desde los ocho años.
Ya entró el calor en Cuba y el cambio de temperatura se fue
directo a mi organismo, despertando los malestares de la sinusitis y acompañándome toda la semana. Tuve que doparme
de pastillas el viernes y dormir casi todo el sábado para superarla, y aunque
todavía no se ha ido totalmente de mi cuerpo ya estoy recuperado en un ochenta
y cinco por ciento.
Eso, me impidió seguir con mi tradicional post semanal. Así
que aquí estoy de vuelta poniéndome al día con ustedes y conmigo.
Así que retomo donde lo dejé.
En la víspera del aniversario del nacimiento de García Márquez,
develaron en la escuela una placa en la residencia donde vivió varios años. Asistí,
por supuesto, a un bonito e íntimo acto. Fue emocionante estar en el mismo
lugar donde el caminaba, pensaba y escribía. Como saben, él fue uno de los
fundadores de la escuela, así que hay mucho cariño y respeto por su memoria por
acá.
El domingo seis de marzo asistí al concierto de Major Lazer
en la Habana. Era un concierto abierto, gratuito y masivo. La cita era a las
tres de la tarde, pero el concierto comenzó minutos después de la cinco y duró
un poco más de hora y media. Estaba lleno, llenísimo. Escuché que algunos
dijeron que hubo 200.000 personas, aunque otros aseguraron que eran 400.000. Me
creo las dos cifras.
Al acabar el concierto el mar de personas era impresionante.
Por suerte La Habana es una ciudad caminable.
Desde la semana pasada he estado en un taller de “Adaptación”
de obras literarias al cine. Un taller para el que no venía preparado pero que me ha gustado mucho. Además adaptación es una palabra ideal para describir estas semanas. A veces una historia está escrita, pero resulta
que al reescribirse termina siendo mejor que el texto que se inspiró. Tal vez
en otro momento retome el tema, pero por ahora: “adaptación”.
También fui al Teatro. Asistí a la obra Decamerón, una
adaptación bien cubana de los cuentos de Boccaccio, bastante bien montada y
actuada, además de divertida. Todo por diez pesos cubanos, es decir 50 centavos
nuestros.
Como dije antes, entró el calor, no sé si el verano, pero
esto me tiene feliz. Otra cosa que entró fue el horario de verano, así que todo
debe pasar una hora más temprano y no he podido acostumbrarme.
Eso por ahora, nos vemos la próxima semana.
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