miércoles, 31 de agosto de 2011

Guía del soltero feliz.Regla 4: Duda de cualquiera que te etiquete



A Yami le dije que ese día mientras hacía fila me agarró una diarrea. Por supuesto que toda la oficina se enteró y todo momento se volvió propicio para recordármelo. Sinceramente, prefiero eso a que se enteren de mi verdadera razón para salir huyendo como un niño.
Lo peor de todo fue lo que me comentó Yami unos días después mientras le daba el bote. “…No te dije, mi novio cree que eres gay…”, me dijo revolcándose de risa mientras estábamos en el tranque, como si fuera la gran gracia.
No quise preguntarle más. Yo le pago el cine, el habla mal de mí. Estoy en el mundo correcto. Creo que me hubiera afectado más si no sería la primera vez que alguien me lo dice. La vida de un hombre adulto soltero, está arrinconada de comentarios de ese tipo. Lo inquietante es que tres cuartas partes de esos comentarios provienen de otros hombres.
Dejé pasar esa observación como los otras veces. Que un tipo como ese, que tiene una novia que ni siquiera puede llevar al cine, haga comentarios de ese estilo de alguien como yo, me tiene sin cuidado. Así que seguí concentrándome en avanzar en mi objetivo: encontrar una novia.
Le tiré a varias en la oficina, pero ninguna caía. Hasta la practicante tenía novio. Sin embargo, por esas cosas del destino, Yami me escuchó hablando con mi abuela sobre lo bien que iba con mi “novia” y se encargó de regarlo por toda la oficina. 
Fue entonces cuando pasé de ser Adrián, el de sistemas, a “Ad”, “Adri” y hasta “gordo”. Un extraño entusiasmo por mí y por mi novia en todos lados. Que cuándo la conocían, que cómo era, que qué hacía, si era flaca, bajita, trigeña, que si caminaba por la izquierda o por la derecha, que si cocinaba rico, y hasta un “pero ahora que tienes novia, te estás empeluchando, estás como más agarradito”. De repente era un espécimen atractivo para el porcentaje femenino de la oficina.
Por eso, cuando llegó la invitación al cumpleaños del jefe, supe que no debía faltar por ningún motivo. Probablemente sea allí donde encuentre a la chica que ando buscando. Es una fiesta con piscina, así que además podré hacer mi propia competencia en traje de baño.
Durante la semana varias de mis compañeras me preguntaron si iría a la fiesta. Cuando les decía que aún no sabía, me decían que “ay, que cómo alguien como yo no va estar, que nunca es lo mismo sin mí”, que “si voy a llevar a la novia”, que como es una fiesta de la oficina ellas no iban a llevar a sus novios/esposos/quitafrios, que la idea era divertirse con la gente de allí y toda clase de otros argumentos, que terminaron por convencerme que en esa fiesta algo iba a pasar.
Desde que nos avisaron de la fiesta comencé a hacer abdominales todos los días. No es que las necesite mucho, pero quería impresionar.
Todo listo. Mi short rojo de seguro llamará la atención. Es estilo los noventa, tipo “Baywatch”, ni muy largo ni muy corto. Como a las chicas les gusta.
La invitación decía a las dos y a la una y cuarenta estaba yo instalado en el área social del edificio donde vivía el jefe. Fui el primero en llegar, ni siquiera el cumpleañero había bajado. Para la hora que debía comenzar sólo estábamos el jefe, su familia, y yo.
-Y por qué no trajo a la novia- me dice con cara de yo-lo-sé-todo mi querido jefe. Yo no podía articular palabra.
-Se quedó estudiando. El lunes tiene un examen muy difícil- fue la tontería más oportuna que se me ocurrió decir.
-Ah, pero es que todavía está en la universidad. Es una pelaita- dijo mí ahora muy interesado jefe.
-No, ya acabó hace rato. Está cogiendo una maestría-dije pensando que ya lo había arreglado todo. Pero él no se rendía:
-Maestría en qué?-seguía preguntando como tratando de que yo le confesara todo. Estaba a punto.
-En algo de administración- dije yo luego de segundos eternos de reflexión, agregando inmediatamente –Se ve bien la piscina, ya nos podemos meter ¿verdad? Voy a cambiarme- le contesté sin esperar respuesta, yendo directo a los baños a cambiarme.
Me metí a la piscina solo. Para cuando comenzó a llegar la gente ya tenía la piel hecha una pasa. Fueron todos, incluso Yami y Yorch, de los que procuré mantenerme alejado.
El short parecía funcionar. Tenía a la mitad de la oficina a mis pies, literalmente. Recibí todo tipo de halagos, principalmente por mis piernas, de las que decían nunca se imaginaron que las tuviera en tan buen estado.
Parecía que ya tenía a Gaby de relaciones públicas en la mano. Debía tener 23 años, muy flaquita, pero muy linda. Tiene las manos exactamente como me gustan, delgadas y suaves. La sentí varias veces acariciándome la rodilla y eso era una señal muy clara de que algo iba a suceder entre nosotros.
A las siete de la noche, cuando el sol se había ocultado, estábamos todos borrachos pero seguíamos en el agua. Yo había jugueteado con varias durante la tarde, pero estaba seguro que las tenía todas de ganar con Gaby. Así eran las cosas, hasta que sucedió aquel “incidente”.
Eran las siete y media. Lo recuerdo muy bien, a pesar del alcohol, porque alguien grito que si llegábamos a las ocho de la noche no tendríamos trabajo el lunes, y que en ese momento faltaba media hora.
Yo había inventado el juego de sumergirme bajo el agua por más tiempo cada vez, lo que en realidad era una excusa para verle los pechos a Gaby. Ya iba por sesenta segundo aguantado cuando sentí aquella “agarrada”. Mientras estaba bajo el agua, alguien me apretó fuerte las…partes nobles, lo que me hizo salir disparado hacia la superficie. Cuando me volteé a ver cuál de las chicas había fraguado aquella atrevida hazaña, me encuentro con la ahora amigable cara de Yorch.
-Cómo va todo, hermano. ¿Cómo sigue la barriguita?-dijo con su cara sonriente cómo si no hubiese pasado nada. No me atreví a preguntarle nada, y lo único que hice fue devolverle la sonrisita. Salí enseguida de la piscina hacia el baño. La borrachera se me quitó en ese momento. Este era el tipo que estaba cuestionando mi sexualidad con la novia y ahora se sale con semejante “maniobra”.
Mientras estaba en el baño se aparece el susodicho. Cierra la puerta del baño con seguro. Ya no me queda duda, no fue un accidente. Pero la cosa toma un giro que no me esperaba, con los ojos a punta de lágrimas me pide que por favor no le diga nada la novia. <Si quieres me arrodillo>, me dice. Yo le digo que no es necesario.
De regreso a la piscina Gaby me lanza una mirada tentadora. De un chapuzón caigo a su lado. Ella me recibe entrelazando sus manos en mi cuello. No sé si el resto nos ve, pero aquí va a pasar algo. Mientras doy la vuelta, veo que Yami recibe a Yorch de la misma forma. Definitivamente esta no va a ser la misma historia.

Continuará...

Antes en la Guía del soltero feliz





miércoles, 24 de agosto de 2011

Guía del soltero feliz. Regla 3: Regla 3: El cine no es una actividad social



No quiero cargar encima el peso de la mentira que le dije a mi abuela, así que estuve pensando en que ya que le había dicho que estaba saliendo con alguien, bien podía hacerlo realidad.
Comencé entonces a buscar señales por todos lados. Necesitaba una víctima. Estuve pensando gran parte de la mañana en invitar a Irma a salir. Es guapa, soltera, tiene la edad, el cabello, huele bien, no es más alta que yo y creo que me mira de reojo cada vez que paso al baño, pero me arrepentí tres veces.
La primera llegué a su puesto y me quedé mudo. Dos años trabajando juntos y no hemos hablado más de tres minutos seguidos. Además ella es intimidante. Levanta el pecho cada vez que hablamos y siento que a veces puedo tocarlo con la nariz.
-¿Tienes sacapuntas?-le digo sin poder mirarla a los ojos.
-Pero anda y pide en Contabilidad un lápiz mecánico, tengo añales que no sé lo que es sacar punta.- no fue la frase correcta. Sentí que me disminuía al tamaño de un lápiz. Creo que no estoy preparado para una hembrona como esa.
Mientras caminaba a Contabilidad vi a Yesica, la de recursos humanos. Pensé que ella podía ser la candidata perfecta. Tiene un hijo, pero está soltera y tiene muy buena figura. Tremendas piernas sobre todo. No sé qué pensaría mi abuela del niño, pero no tiene por qué saberlo aún.
-Adrián, estaba justito por ir a buscarte.- me lanza antes que yo llegue hasta ella.
-¿A mí?- susurro sorprendido.
-Sí, quiero que me “cojas” un número. Yo sé que tú eres de esos pelaos que siempre cooperan con una. Mira que viene la fiestecita de mi pelao y quiero botar la casa por la ventana. ¿Cuántos quieres?
Probablemente Yesica estaba más necesitada de lo que yo pensaba. Agarré cinco números de la rifa.
De Contabilidad me mandaron a Administración y en ese trayecto descarté a todas las mujeres decentes de la oficina. Parece que ese no era el lugar correcto para buscar a la mi nuevo “levante”.
En el almuerzo me senté sólo en una esquina. Andaba de bajos ánimos. La palabra correcta es decepcionado. Mientas jugaba con la comida, porque el hambre había desaparecido, se me sienta al lado Yami, a la que nunca consideré porque es la que está sentada al lado mío y creo que me conoce los suficiente como para rechazarme a la primera.
Pero casualmente ella, que nunca se calla, comienza a hablar de cine y de lo mucho que quiere ir a ver la película de Harrison Ford, entonces no se me ocurre nada más brillante que decirle: <Si quieres vamos hoy, que es medio precio>.
Después de mirarme por dos segundos (que pudieron ser horas) con cara de incógnita. Soltó un <Dale, pues>, que cambió mi estado de ánimo. Eso hasta que caí en cuenta de que estaba emocionado de invitar a Yami al cine. Ella, la que ama el chayote, dice “enantito” y llora leyendo la revista “Ellas”.
Mi plan era hacer algún acercamiento esa noche y si algo no salía bien, hacer como si nada hubiese pasado. Después de todo yo era el único que sabía de mis intenciones.
-Nos vemos a las siete en el cine. La película comienza a las siete y media. Me gusta llegar siempre temprano para agarrar puesto. ¿Quieres que te compre algo de comer para que no tengamos que hacer fila? ¿Te gusta arriba o abajo? Yo prefiero en el medio, sabes…como me cuesta ver, es mejor ni tan cerca ni tan lejos- eran palabras mías evidenciando mi nerviosismo.
-Ay oye, ni que fuera estreno. A las siete en punto-dijo antes de irse.
Apenas y pude bañarme y cambiarme. A las seis y media estaba yo afuera del cine. Me sentía ridículo, pero de alguna forma, tenía que causar una buena impresión a mi futura novia. Creo que me puse demasiado perfume, todos volteaban a verme. Parecía que medio Panamá estaría en el cine esa noche.
Seis y cuarenta y cinco. El tiempo no avanza, ya comienzo a desesperarme. ¿Si la llamo? No, me dijo a las siete, falta quince minutos aún. Mi manos dan pena, tengo las uñas largas. ¿Qué pensará Yami de eso?
Acaba de pasar mi vecino con su novia. ¿Compro los boletos? Mejor me siento aquí. Apenas las seis y cincuenta. Este reloj se me está jodiendo. El celular tiene la misma hora. Ya me imagino a mi abuela preguntándole cómo nos conocimos. La verdad nunca me imaginé saliendo con alguien del trabajo pero, viéndolo bien, la muchacha es simpaticona.
Faltan todavía cinco minutos. Resulta que todo el mundo vino al cine hoy. Allá van dos compañeros de la universidad. Si fumara, probablemente ya me hubiese acabado una cajetilla. Creo que estoy nervioso. Lo asumo: estoy nervioso.
Está vibrando mi celular. Un mensaje de texto. <YA STOY YEGANDO. SPRAM X LA NTRADA>. Va a llegar. ¿Qué voy a decir? ¿Cuáles serán mis primeras palabras? “Te estaba esperando con ansias Yami”, no, no hay que parecer desesperado. “Hace mucho que no nos vemos”, menos…es un chiste trillado. “Pero qué guapa, te arreglaste”, no seas burro Adrián.
-Buuuu- me sorprende por la espalda. Es ella. Me volteo lentamente con la cara de idiota más rebuscada de mi vida para descubrir que no está sola. –Creo que no conoces a Yorch ¿Verdad?-
Tiene novio. Dos años trabajando uno al lado del otro y nunca supe que la condenada tenía novio. Justo ahora se tenía que aparecer con él. ¿Y por qué no me avisó?
Después de los apretones de mano y las risas fingidas vamos a la taquilla a comprar los boletos. -Si quieren yo me adelantó y compro las tres entradas- , les digo, tratando de huir. Cuando regreso Yorch solo agarra los dos de ellos y me dice “gracias”. Yo no tengo cara para decirle que son ocho con cincuenta.
Ahora les digo que se adelanten para agarrar buenos asientos, que voy a comprar “pop corn”. La fila es enorme, ello siguen sin remordimiento. Mientras la película comienza yo estoy todavía esperando tras seis personas. Mi celular vuelve a vibrar <Yorch quiere nachos y cocacola light>.
Yo creo que Yorch no va a hacer su noche a costilla mía. Voy a la taquilla y compro “UN” boleto para esa película francesa que nadie va a ver. Apago mi celular, y con mis nachos con queso y chili me siento adelante. Paso toda la película llorando ¿Qué diablos voy a hacer ahora?

Continuará...

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miércoles, 17 de agosto de 2011

Guía del soltero feliz. Regla 2: Visita a tu abuela, pero no la hagas pensar demasiado en ti




Después de la boda de mi prima, mi abuela me mandó a llamar. Digo “me mandó” porque así es ella cuando quiere imponer algo: lo riega hasta que todo el mundo se entere de su petición, para que a quien se lo impone le queden menos motivos para no cumplirle.
Yo ya me imaginaba qué quería, y por la forma en que me habló mi tía, toda la familia también. “Ella dice que vengas a verla pronto, que tú sabes que ella está vieja, y que a ti te quiere más que a muchos en esta familia”.
Saliendo del trabajo fui a visitarla. Le compré el “arroz con leche” que ama, pero cuando lo abrió me dijo -Ya no lo hacen como antes- y lo dejó allí sin probar. Lo que vino después ya lo había reproducido varias veces en mi mente durante el camino.
Comenzó diciendo “Sabes que no eres igual al resto de mis nietos. A ti, yo misma te crié, creciste en mis brazos...tú sabes lo que me duele...”. Yo podría decirlo al unísono y nunca sonaría tan terrible. Pareciera como que con 30 años estaba condenando a la soledad de por vida. Como que ella y gran parte de mi familia intuían que ya se me había ido el tren, con eso de que pasaron cinco años desde la última vez que tuve una novia.
Y siguió... “tú sabes lo que me duele ver que todo el mundo está formando una familia y tú te vas quedando mayuyón y solo. Ahora que se casó tu prima, eres el único en edad que no tiene a nadie y ya la gente comienza a hablar. Yo no quiero que hablen de ti...tú sabes cómo es la gente”.
Ahora sí, a mi abuela, la mujer más “poco importa” que he conocido, le interesa lo que la gente hable. Eso no se traduce en nada bueno. Estoy en problemas. Sabía que este día llegaría, pero no estaba preparado para enfrentarla.
<Yo soy feliz como estoy, mama. Yo sé que todo el mundo en esta familia ya ha formado la suya, pero no creo que sea uno de mis intereses hacerlo ahora. Quién sabe si en cinco o diez años, pero no estoy listo para casarme, ni tener hijos. Todavía no. Creo que necesito un mejor trabajo y tener más clara mi vida. Y por encima de eso, encontrar a una mujer que piense como yo, que me guste y que me quiera. Pero ahora estoy joven, soy un pelao todavía. No creo que sea el momento>, le dije sin siquiera procesar las palabras.
Ella comenzó a refunfuñar, con sus clásicas palabras inventadas, a decir que ella ya estaba viejita, que se iba  morir sin verme feliz, y que yo no sabía cuan triste la ponía eso. Realmente la noté triste, y nunca antes la sentí así.
No sé cómo pasó, pero terminé prometiéndole a mi abuela que me buscaría una novia. Tal vez fue solo para que me dejara tranquilo o era algo que mi inconsciente está pidiendo a gritos. Desde Marina, hace cinco años, no había tenido una relación formal. La verdad, los primeros años fue por decisión propia, después hubo un tiempo en que pensé que no encontraría a nadie y me la pasé triste, pero luego simplemente dejó de importarme.
Me fui a casa pensando en las palabras de mi abuela, no tanto por lo que ella pensara, que ya lo sabía, era cuestionándome si yo realmente necesitaba eso de emparejarme. Finalmente creo que mi abuela está más interesada en que me case, a que realmente consiga una novia como se debe.
Entré al apartamento y por primera vez me acoge una inmensidad. Estoy solo ¿Cuándo eso comenzó a preocuparme? Hasta hace un par de horas yo era totalmente feliz. Después de escuchar a mi abuela me ha quedado como un vacío. Ese mismo vacío estaba por todos lados esa noche y ni siquiera puedo encontrarme.
Reviso mi teléfono buscando algún soporte, solo para darme cuenta que hace más de diez días que nadie me llama. La última llamada fue de mi mamá. ¿Será que la viejita tiene razón y que así será el resto de mi vida?
Me acuesto pensando en eso, y despierto tres semanas después con una gran idea. Dos, nueve, nueve. Tres. Cinco. Seis. Seis. –Abuela ¿Cómo estás? –Le dije que hace dos semanas estaba saliendo con una vieja amiga, que le estaba dando una oportunidad, y que nos estaba yendo muy bien. Pude sentir alegría en su respuesta. Tal vez solo me estaba siguiendo la corriente. –Quiero conocerla ¿Cuándo me la presentas?-sentenció, mientras a mí me remordía la conciencia por estar mintiéndole a una de las mujeres más importantes de mi vida. ¿A quién estoy engañando? Vamos a ver hasta dónde llega esto.


Continuará...




Antes en la Guía del soltero feliz

miércoles, 10 de agosto de 2011

Guía del soltero feliz. Regla 1: A las bodas siempre lleva pareja




¿Qué hago aquí? Esa pregunta me la he repetido toda la noche. Estoy atorándome con esta corbata, esperando una cita a ciegas y, para colmo de males, el novio no llega. Mi prima se casa. Lleva media hora sin salir del carro porque dice que la novia no debe aparecer antes que su futuro esposo. Yo sigo preguntándome qué hago aquí.
-¿No ha llegado todavía?- me pregunta por teléfono. Le contesto que no y se pone histérica. Dice que no lo va a llamar, que no va a ser la novia desesperada y yo creo que ya es tarde para aparentar lo contrario. También me avisa que vaya hasta donde ella está para conocer a Sara, la madrina. En realidad, ya la conozco: la niña gordita y llorona que le peleaba todas las muñecas a mi prima.
Mientras camino voy pensando en que tal vez su intención sea metérmela por los ojos. No sería la primera vez. Nadie en esta familia soporta verme con treinta años y soltero. Pero, aunque esto sea verdad, una bonita sorpresa me espera. Resulta que Sarita ya no es gorda y es hasta guapa. -Gracias a los dos por estar-  nos dice uniéndonos las manos como en las películas. Creo que un subtexto quiere decir algo como: “vayan pensando en un plan B si ese desgraciado no llega”.
El matrimonio debe ser un paso difícil y ese “desgraciado” tal vez no lo tiene claro aún. No lo culpo, quiero mucho a mi prima, pero creo que todavía le falta madurar en cuanto a cómo sostiene sus relaciones. Estoy seguro de que todo lo de la boda ha sido idea suya. Incluso a los padrinos los escogió ella sola. ¿Y si ahora el pobre se arrepintió y no está dispuesto a dejar su soltería? Creo que sería prudente darle mi apoyo. A escondidas por supuesto.
Me siento algo culpable. Probablemente no soy buen ejemplo para la raza masculina al permanecer soltero y promoviendo que otros así se mantengan. No es que odie el compromiso, es que me siento feliz como estoy.
Mientras esto no comienza aprovecho para saludar a mi familia, a la que poco veo. Mi abuela, como en cada ocasión, me pregunta -¿y tú cuándo? Me voy a morir sin ver a tus hijos, y eso sí me va a pesar-. Llevo escuchando eso desde que tengo catorce. Ya ni siquiera tiene sentido, mi abuela es inmortal.
Noto a mi tía algo nerviosa, a punto de llorar. Creo que esta boda también es por insistencia suya. Sus cuatro hijas se han casado por la iglesia, como se debe, y la menor no va a ser la excepción. Estoy seguro de que una plantada en el altar podría matarla de la tristeza.
Desde aquí le puedo leer los labios a mi tío “a mí me parecía raro que ese muchacho estuviera cinco años con la niña sin nada de nada porque ella iba a llegar virgen al matrimonio. Así era antes…pero ahora a los pelaos no les gusta. Yo te lo dije”.
Suena mi teléfono. El novio. –No puedo ir a la iglesia, no encuentro los anillos, tu prima me va a matar. Ya a mi mamá le dio una crisis, dice que eso es mal augurio”. Estos son tal para cual. Le recuerdo que justo anoche, en la práctica, me entregó los anillos porque soy el padrino y que era la tradición de la familia. “Miércoles, verdad” y sale disparado.
Durante la ceremonia, Sara me coquetea varias veces. El escote es como una excusa para que vuelva a mirar y mirar y mirar. Recuerdo verla de niña, mocosa, siempre con trenzas y faldones. De eso no queda nada. Comienza a gustarme. Estoy seguro de que esto es parte del plan.
-Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida...-. Desde aquí puedo ver las lágrimas de mi tía; y las de mis primas, las de mi madre, mis hermanas, mi abuela, y sí, también las de mi tío. Es de familia.
La recepción ha estado un poco aburrida. Parece ser que soy el único que no está en pareja. Todos o están recién casados o tienen niños pequeños a los que cuidar. Soy el bicho raro sin una novia que abrazar.
Llaman al lanzamiento de la liga. Soy el único con vello facial real. Estoy rodeado de mis sobrinos y otros primos, ninguno mayor de edad. Jorgito se hace con la liga. A sus doce, eso debe ser un hito. Sarita, por supuesto, se queda con el ramo. Aun así, me llaman para la foto.
-Ay pero ustedes ni han bailado, con lo mucho que te gusta el merengue a ti primito-, nos dice la recién casada y quedo con las manos de Sarita en la cintura. Comenzamos a bailar “Suavemente” y ella que empieza a hablar. Yo me transporto a nuestra infancia. Su voz es la misma. Me parece verla sollozando en la vereda con ganas de llevarse a su casa el nuevo juego de té de mi prima, con los mocos chorreándole hasta el piso.
Ella sigue hablando. Es casi un monologo. Yo sólo contesto “” o “ajá”. Ahora sale a relucir un ex novio que era atleta o algo así. Como si yo tuviera la culpa, me cuenta toda su historia. Sarita se tira un cuento largo que inevitablemente me imagino como terminará. La niña llorona no ha podido salir de su cuerpo. Sigo pensando es que es una estrategia para que la consuele.
Cada vez el llanto se hace más pronunciado, hasta el punto en que no se contiene y comienza literalmente a berrear. Es justo uno de esos momentos en que la música se para y todo se detiene alrededor de uno. Solo que en este momento hay una mujer llorando al frente mío y cerca de doscientas personas atentas.
Las caras de terror empiezan a emerger, sobre todo las de las chicas jóvenes. Debo parecer un ogro maltratándola. Yo trato de consolarla, pero el fuego se aviva cada vez más. Así que me la llevo hasta la mesa a esperar que se calme. 

¿Qué hago aquí?, sigo preguntándome.

Continuará...

Antes en la Guía del soltero feliz 
Regla 0: Se feliz, estás soltero

miércoles, 3 de agosto de 2011

Guía del soltero feliz. Regla 0: Se feliz, estás soltero


Mi exnovia está embarazada. No, no es mío, afortunadamente, aunque lo he sufrido como si lo fuera. Seamos sinceros. Esto no tendría que importarme en lo absoluto. El caso es que esa fue la última chica que conocieron mis padres, y la única con la que salió a relucir la palabra “boda”. Entonces su nombre pesaba.
El infortunio comenzó cuando un día en la cena, mi hermana, sin disimulo, me preguntó por ella. “¿Marina está embarazada? Subió una foto en Facebook con su barriguita. Ya se le ve grande”. Pensé mucho en contestar. Yo también había visto la foto, y pues de “barriguita” no tenía nada. Era una enorme panza como de trillizos.
La verdad había estado ignorando comentar sobre eso, pero sabía que en algún momento ese tema se tocaría en casa. Su familia y la mía eran amigas desde hace años, así que era un tanto inevitable. Lo que no me esperaba fue la reacción de mi papá. Después de la cena se acercó a mí mientras veía televisión a preguntarme si tenía “algo que contarle”. Al viejo siempre le ha hecho ilusión que le dé un nieto.
-No, papa, no es mi hijo-, le respondí muy molesto.
¿Por qué tenía que seguir el fantasma de ella atormentándome cinco años después que decidimos terminar nuestra relación?
Sin proponérmelo, “eso” estuvo dando vueltas en mi cabeza toda la semana. El viernes la llamé y le pedí que cenáramos. Fue una llamada impulsiva, me arrepentí al nanosegundo siguiente. Pero creo que una parte de mi necesitaba darle un fin justo a este tema.
Cuando llegué al restaurante en el que quedamos de vernos, ella ya estaba sentada. Verla pararse para saludarme, así, con su gran panza, fue…difícil. La verdad era una sensación muy extraña y nuestra conversación no pudo más que girar en torno a eso.
Lo confieso: me alegraba cada vez que escuchaba que las cosas no eran tan felices como ella intentaba aparentar. Que el embarazo fue un accidente, que el tipo no tiene trabajo, que le dio una “crisis” cuando se enteró que iba a ser papá y se alejó por un tiempo.
Al final, las cosas estaban tan mal que terminé conmovido. Quería ofrecerle ayuda, pero algo dentro de mí no me dejó. Aun así, le dejé todos mis buenos deseos.
Mientras regresaba a casa me entró una congoja extraña, y terminé llorando dentro del carro sin razón, o mejor dicho, con la razón que no quería aceptar. Subí las ventanas y lloré a todo pulmón. Lo necesitaba.
Antes de llegar a casa sonó el teléfono. Era ella. Al parecer también estaba llorando. Me dijo muchas cosas sobre lo que le estaba pasando: qué tenía miedo y no quería estar sola para afrontarlo, pero al final terminó diciéndome: “yo siempre creí que mi primer hijo sería tuyo”.
Esas palabras fueron lapidarias. Esa noche no pude dormir, pensando en todo lo que dejé de vivir a su lado, así que me puse a mirar las fotos que aún conservaba de nosotros juntos. Entre fotos y foto también recordé también lo cabrona que se volvió al final de nuestra relación. Eso me hizo reaccionar.

Al día siguiente la llamé y le deseé suerte en su embarazo. Por mi parte, me prometí a mí mismo dedicarme a ser un soltero feliz.

Continuará...

Sobre la Guía del Soltero Feliz



Hace más de dos años hice un experimento en mi blog. Como todos saben una de mis grandes pasiones es escribir. Muchas veces concluí que quería escribir algo para web hasta que un día en mi cabeza pasó todo y comencé a teclear. Sucedió cuando comencé uniendo varias historias reales en un personaje ficticio llamado “La cebollita”, que a través de un diario contaba sus aventuras. Ese fue el Diario de una Cebollita. Eran historias reales y fueron más de 15 mujeres que me contaron sus historias para conformar la de un solo personaje.
El resultado fue grandioso.
Hoy comenzaré a publicar una nueva historia que estuvo detenida por mucho tiempo porque hubo algo que intentaba resolver y lo diré: era lograr que el personaje se diferenciara del escritor y que no se confundiera con lo que soy y lo que hago. Creo que finalmente no logré hacerlo y finalmente a veces no puedo diferenciar entre el personaje y yo, así que tiene mucho de mi en la historia.
Hay situaciones reales, cosas exageradas, experiencias propias, experiencias de otros…todo lo que debe tener la historia de un soltero actual.
Sin más, les dejo con el primer capítulo de esta historia, "Guía del soltero feliz"…publicado en el siguiente post.