Mi “no admiración” por el alcalde comenzó hace ya varios años. De una figura de televisión olvidada, el señor Vallarino, retomó una carrera televisiva participando en el programa “Bailando por un sueño”, donde debía superar los retos de baile de cada semana para intentar cumplir el sueño de una muchacha con un primito con problemas del corazón que requería una operación de urgencia para salvar su vida.
Junto a otros famosos como Demphra, Lisa Hernández y otros menos conocidos el creador de “Entorno Urbano” ocupó los primeros lugares de aceptación ya que al panameño le gustó verle hacer el ridículo cada lunes en vivo, intentando mover los miembros que su cuerpo le dejaba.
Desde ese momento, la burla televisiva que se armó frente lo que hacía el ex señor “sin nacionalidad”. Más bien de lo que no hacía y carecía. Allí comenzó mi antipatía.
Ver a un individuo esforzándose al mínimo y escudándose en sus limitaciones (…) para ir tras el sueño de una chica que de verdad merecía la pena, me causaba mucho enojo. Sobre todo porque el programa consistía en eso, hacer el mejor esfuerzo, y el resto de las parejas estaban dando lo que más podía para hacerlo y como tal se les calificaba. Todos lo hacían menos uno.
Recuerdo el día de la presentación a los “soñadores” de sus famosos, la cara de la chica reflejaba tanta tristeza. Lo recuerdo bien por que llegué a decir “cómo le ponen a una muchacha con un sueño tan importante un acompañante de esas magnitudes, que lo que va a hacer esa impedir que se logre”.
Lo recuerdo claro. Recuerdo la cara de ella en el primer baile, cuando fue sentenciada, cuando fue salvada. Cuando fue sentenciada otra vez y cuando nuevamente la salvaron. Después de eso, en vez de lamentarse, la chica siguió el juego y con poquito baile, pero con una tremenda cantidad de seguidores ganaron el concurso. Lo bueno: pudieron hacer realidad la operación del chiquito, la desgracia: le hicieron creer al “bailador” que era grande. Tanto, tanto, que se le ocurrió podía ser alcalde de la hermosa Ciudad de Panamá.
No puedo negarlo: Lo es, pero no a las magnitudes que él cree. La primera vez sucedió porque el sueño por el que estaba involucrado valía la pena, y eso fue lo que ganó popularidad. La segunda vez fue un conjunto de factores: el movimiento partidista con más adeptos lo acogió y luego, su principal rival fue acusado de involucrarse con un criminal de moda. Por si acaso se remato como un mártir de la dictadura para justificar una nacionalidad adicional. El asunto fue que ganó, fue electo por la mayoría y hoy es el alcalde.
La historia ha venido a complicarse ahora que recientemente el presidente le pidió la renuncia por no hacer bien su trabajo. El vicepresidente se unió a la solicitud y el pueblo se hizo eco. En todos lados se comentaba y hasta se aseguraba que el alcalde le tomaría la palabra al presi, pero no fue así.
Hoy a un cuarto para las siete, el alcalde capitalino habló ante los ciudadanos del país, con énfasis en los de la ciudad de Panamá y pidió perdón por los errores cometidos durante su gestión. “Pido disculpas a mis ciudadanos porque amo a esta ciudad, amo a este país”, reseña
La Prensa. Luego de eso, culpó a la administración anterior por todos dejarle un “hoyo financiero de más de noventa y siete millones de dólares”. Acto seguido pidió la renuncia a todo su equipo gerencial.
Aunque no creo que esta solución no es la que me esperaba, confieso que si el señor debe irse debe ser porque su propia conciencia lo diga, no porque el jefe mayor lo promueva. Sus acciones nos tienen disgustados, nos tiene dolidos y nos están afectando. La basura, las placas, las piscinas, la villas, el cheque, declaraciones sin sentido, su presencia: estamos cansados. Y sabe la razón? Se ha metido directamente con la chica más bonita del barrio, la Ciudad hermosa que todos amamos.
Esto no es un show donde se tira escarcha y se ve todo más bonito, necesitamos alguien que diga que “ama” esta ciudad y que lo sienta. Si no, creo que suficiente le habrán mencionado por dónde está la salida.