Dos palabras. Una sentencia. “No vuelvas”. Se lo susurró al oído mientras dormían y cuando se levantó, horas después que se había ido a trabajar, no estaba segura de qué tan real había sido ese sueño.
Sin importarle siguió allí. Se sirvió su habitual taza de café, y dejó el sobre de la mesa con las marcas oscuras de su trago mañanero. Más tarde tomaría otra siesta, leería una revista, se daría una ducha, comería y se acostaría dormir.
Cuando llegó la encontró nuevamente en la cama. Ella no se dio cuenta pero él le volvió a susurrar lo mismo todas las noches durante cuarenta días. No se veían, no se hablaban, prácticamente el único intercambio que hubo entre ellos eran esas dos palabras.
Un día de esos, cuando él llegó y la casa parecía la misma, sin embargo no lo era. Ella ya no estaba. Él solo supuso que se había ido, y continúo haciendo todo como en los últimos días donde el único momento en el que se daba cuenta de su existencia era por el espacio, más vale decir reducido, que ella ocupaba en la cama.Era lunes. Recogió las sabanas sin repararlas y las tiró a un canasto de plástico donde reposarían hasta el fin de semana. Encendió un cigarrillo, casi desorientado, mientras en la casa un silencio absoluto se apoderaba de todo, pero cuando miró a la ventana sintió su presencia. La buscó por todos lados, pero no tuvo éxito. Se sintió traicionado y culpó a su mente por el asunto, pero ella seguía allí, nunca se había ido, solo que el aún no había reparado en la ropa sucia.
Sin importarle siguió allí. Se sirvió su habitual taza de café, y dejó el sobre de la mesa con las marcas oscuras de su trago mañanero. Más tarde tomaría otra siesta, leería una revista, se daría una ducha, comería y se acostaría dormir.
Cuando llegó la encontró nuevamente en la cama. Ella no se dio cuenta pero él le volvió a susurrar lo mismo todas las noches durante cuarenta días. No se veían, no se hablaban, prácticamente el único intercambio que hubo entre ellos eran esas dos palabras.
Un día de esos, cuando él llegó y la casa parecía la misma, sin embargo no lo era. Ella ya no estaba. Él solo supuso que se había ido, y continúo haciendo todo como en los últimos días donde el único momento en el que se daba cuenta de su existencia era por el espacio, más vale decir reducido, que ella ocupaba en la cama.Era lunes. Recogió las sabanas sin repararlas y las tiró a un canasto de plástico donde reposarían hasta el fin de semana. Encendió un cigarrillo, casi desorientado, mientras en la casa un silencio absoluto se apoderaba de todo, pero cuando miró a la ventana sintió su presencia. La buscó por todos lados, pero no tuvo éxito. Se sintió traicionado y culpó a su mente por el asunto, pero ella seguía allí, nunca se había ido, solo que el aún no había reparado en la ropa sucia.
2 comentarios:
"Ropa Sucia"?
X-D
Saludos, Shyon!
hay veces en los que tengo la canasta de la ropa sucia full, desbordándose. y me digo: tengo que lavar... pero no lo hago. sigo en mil cosas. mil cosas menos la ropa. pero llega un día en el que no tengo absolutamente nada que ponerme y lavo. o lava alguien más. y entonces, de pronto siento la presencia. yo me pregunto que es lo que hace a uno ver a los demás como un trapo sucio... un espacio reducido en la cama es a veces un espacio inmenso, tan inmenso que dejaría hueco un corazón si hiciera falta eso que llena. que llena de una u otra forma... unos pasos que escuchas tras de ti mientras escribes. un rechinar de puerta... un radio que se sintoniza... existencia. presencia. compañía. aún así ropa sucia solamente. me admito, luego de leerte, a las 3:40am que soy un egoista y un desconsiderado. y es que además, ¿qué hago a esta hora aquí? lo mismo de todos los días. ¿y la ropa sucia? habrá que lavarla. ¿O comprar otra? Uff. Definitivamente impensable...
pd. bien el cuentecillo. me llegó.
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