martes, 4 de marzo de 2008

1492/ En el dos mil

A finales de los ochenta, cuando ya comenzaba a tomar conciencia de la vida, la gente hablaba mucho del dos mil, el año en que supuestamente todo seria revelado. Recuerdo, ahora con ternura, cómo en ese entonces yo creía que en ese año, por fin se revelerían los extraterrestres: llegarían con sus enormes naves, bajarían por sus interminables escaleras y nos hablarían con nosotros. En ese momento yo creía que en el dos mil los autos volarían, las calles rodarían como las escaleras eléctricas y nos teletransportaríamos. En ese momento todo iba a ser diferente.
A veces, también tenía miedo de que en el dos mil se acabara el mundo. ¡En el dos mil va a pasar! Realmente, en los noventa hubo muchas veces en que pensamos que sucedería, sobretodo con los dos eclipses de sol que ocurrieron en esa década. Aun está fresco en mi mente los reportajes con el fondo de “carmina burana” donde anunciaban que el eclipse traería el fin. Eso según Nostradamus.
Curiosamente, cuando estábamos por entrar al dos mil, ya todas esas ideas habían desaparecido de mi mente, estaba por cumplir diecisiete años, y había asumido una postura más realista de las cosas. Recuerdo como en nuestro brindis de año nuevo yo bromeaba burlándome de mis vecinos, que por el miedo del Y2K, tenían la casa abarrotada en cajas con botellas de agua y provisiones. (…)
Estas cosas vinieron a mi mente ayer mientras corría. A veces creemos que el mundo se nos acaba pronto, pero para mi el mundo dejó de acabarse en el dos mil.

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