miércoles, 30 de mayo de 2007

Enamorado en el tranque

Cinco de la tarde. Tráfico pesado. Una reunión fuera de la oficina que se torna entretenida luego de dos horas de conversación termina, y hay que volver al trabajo de escritorio. El valet parking tiene una actitud amable, mi tarde parece tranquila. Saliendo del hotel todos me sonríen y yo les correspondo. La gente anda feliz.
En el mundo real, la calle, siendo más especifico, me topo con que todo está detenido. Los carros no se mueven y mi ánimo se estanca. Era feliz un minuto atrás, ahora soy víctima de la tensión.
Mi oficina está un giro pero debo dar una vuelta inmensa para llegar a ella. Quince minutos después he avanzado tres metros, gran maravilla. Enciendo el radio, los programas de la tarde a veces son la solución.
Los miles de autos, atascados como yo en la infinita degustación de asfalto, resuenan al unísono de los locutores locales. Las risas grabadas son un aliciente. Me río otra vez. De repente se me atraviesa un taxi. Hijueeeeeepuerca, digo yo. Como véeeertigo se me va a poner al frente y cómo…. Cuando de repente unos ojos maravillosos que brotan en la ventanilla trasera me cautivan. ¿En qué momento Dios puso las dos más hermosas estrellas en una persona sin que nos diéramos cuenta? Esos ojos se atravesaron frente a frente conmigo, me miraron como si no existieran más cosas en el mundo que ellos y yo, como si de nuestras miradas dependieran nuestras existencias.
De pronto se enterneció su mirada y me lo hizo saber: no estaban solos. A su lado iba alguien que había visto sus ojos primero que yo. Me sentí traicionado. Traicionado por mi mismo y por el tiempo. Aquellos maravillosos ojos debían pertenecerme. 
El tráfico sigue detenido. Agradecí que nada se moviera. Sus ojos y los míos estaban frente a frente. Nos seguimos mirando sin poder decirnos nada. Pero deseándonos, sintiéndonos, tocándonos con cada pestañeo.
El pitazo de un impertinente nos trajo a la realidad. La fila avanzaba y mis ojos, los suyos, se perdían. Quería bajarme sacarlos del carro y estamparle un beso en medio de los carros, y que los cielos nos aplaudieran y que un arco iris se levantara sobre nuestras cabezas, mientras las mujeres más sensibles llorarían de envidia desde sus carros.
Mis ojos se iban en su piel. Su mano se levantó y me dijo adiós, al mismo tiempo que se acurrucaba a ese otro hombro que ya debía conocer todos sus rincones.
Hice lo posible por alcanzar ese taxi, pero otros carros se interpusieron. Poco a poco los perdí. El taxi, los ojos y mi amor, se iban con ellos. Avance, despechado. Maneje sin ganas hasta la oficina. Y ahora mientras lo describo los añoro como si los hubiera tenido toda la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si, yo tambien me enamore una vez de unos ojos como esos, pero en este caso élla me regreso la mirada con gallardía, soberbia, como si dijera, aqui estoy, lanzate si eres tan gallo. Y pues no, tenía 200 cabrones con la mano en el claxon dispuestos a matarme si me bajaba del carro. En las peliculas, uno se bajaría y todos le aplaudirian. en la vida real te parten la madre y te meten preso. Alberto Escandon de Mexico

Anónimo dijo...

A mi también un par de ojos que me miraron "2 soles a la vez" desde otro carro me cambiaron la vida para siempre...una mirada que duró segundos le dio un giro para siempre a la historia de mi vida.